viernes, 19 de junio de 2015

Capítulo 18 (61). Más.

Las paredes blancas de la habitación hacían que la luz que entraba por la ventana se clavara en mis pupilas causándome un dolor extraño. No era exactamente dolor. ¿O quizá era la imagen de Jon tumbado en una camilla inconsciente con una venda en la cabeza, inmóvil y frío? Recuerdo que siempre que miraba a Jon, a sus ojos, a su sonrisa, a su pelo..., me invadía una sensación cálida que me hacía sentir bien. Ahora, seguir mirándolo me iba congelando por dentro. Poco a poco.

-Gema... ¿Cómo te has enterado? - preguntó Irantzu.
-...
-No queríamos que te enterases así... - añadió Estitxu.
-...
-Gema, ¿estás bien? - preguntó Unai viniendo hasta mí.
-No. No estoy bien - respondí sin dejar de mirar a Jon para mirarlo aunque estaba a mi lado.
-Todo saldrá... - comenzó a decir a medida que se acercaba.
Me estremecí y el se detuvo.
-No, por favor. No me digas que todo va a ir bien -pedí, mirándolo esta vez.
-Tranquila. Lo siento. No sé qué decir - se disculpó.

Miré a mi al rededor y esquivé a Jon con la mirada. Sentí que, si volvía a mirarlo, sería demasiado. Me concentré en Unai, quien me miraba confuso. Irantzu y Estitxu miraban al suelo pero sé que me miraban de reojo. Tampoco ellas sabían qué hacer. De todas formas, lo entiendo; yo tampoco sabría qué hacer. De hecho, no sabía ni qué esperar que hicieran. De verdad que quería ayudarles, suavizar la situación pero Jon... Estaba ahí... Hacía tanto tiempo que no lo veía...

No tenía que haber sido así. Tendría que haberlo visto y haber sonreído. Haber corrido hacia él y llorado de alegría. Tendría que haberlo abrazado de nuevo, aunque en seguida me apartase para presentarme a su nueva novia. Tendría que haber sido un momento bonito. Y, si eso es demasiado pedir, si es demasiado "cuento de hadas", al menos tendría que haberlo visto feliz.

Pero ahí estaba, en una camilla. Siendo esquivado por mí. Aquello no estaba bien. Tenía que verlo... Tenía que acercarme... Tenía que hacer algo más. Así que lo miré y mis ojos decidieron actuar sin preguntar y comenzaron a llorar.

Unai me abrazó y yo lo abracé a él. Me ayudó a sentarme y a desahogarme. Irantzu y Estitxu se sentaron a mi otro lado y también me abrazaron. Estuvimos un rato así y, cuando dejé de llorar y dejamos de abrazarnos, estuvimos un rato en silencio.

Nos fuimos a mi apartamento ya que, fuéramos a donde fuéramos, todo me recordaba a Jon. Incluso mi apartamento me recordaba a Jon pero... no sé... Según entramos por la puerta, subimos las escaleras... recordé cómo Jon y yo subimos las escaleras besándonos, como me costó abrir la puerta... Según entramos fui visualizando todo, pero Estitxu me abrazó y me acompañó al sofá. Irantzu y Unai trajeron vasos y limonada y se sentaron con nosotras.

-Nos cambiamos los números. Un idiota no paraba de llamarnos hasta que se convirtió en real acoso. Tuvimos que cambiar los números y hasta compramos móviles nuevos, por si acaso. Además, no nos dejaban de salir de casa. Nuestros padres pensaban que era un pederasta o algo así. Unai también estuvo confuso unos días ya que le habíamos comentado algo al respecto pero no se lo habíamos explicado. También estuvimos un tiempo sin vernos... Realmente fue un mal tiempo, aunque corto. No pensamos en decirte nada ya que Jon nos había comentado que estabas muy liada con los exámenes - explicó Irantzu.

-Sí... ¿sabéis? Han pasado muchas cosas. Entiendo perfectamente lo vuestro. Y, de verdad, no pasa nada. Ya... Ya está todo olvidado. No... no os preocupéis más. De verdad - dije tomando el suficiente aire como para desahogarme-. He tenido problemas con mis amigos y... con otro chico...

Me miraron bastante sorprendidos. Después, me pidieron que se lo contara y yo, no sé si porque de verdad quería contarlo o si porque quería evadirme de "lo de Jon" pero se lo conté prácticamente todo. No di detalles acerca de mi relación con esa persona a la que no quiero recordar y recalqué que estaba muy dolida por Jon y que no fue para tanto.

Tras un largo rato, mis amigos ya estaban al corriente y yo... Me sentía con fuerzas como para preguntar algo más. Una última cosa que necesitaba saber aunque todo fuera a doler más.

-¿Cómo fue el accidente de Jon?

Continuará...

viernes, 17 de abril de 2015

Capítulo 17 (60). Maldito Jon.

Al días siguiente, mis padres se levantaron pronto ya que querían ir a un pueblo cercano a pasar el día. Ni siquiera me preguntaron si quería acompañarles; supusieron que había quedado con mis amigos. La verdad es que me habría ido con ellos. Qué vueltas da la vida.

Me puse a ver la tele. No iba a llamar a Unai pidiéndole explicaciones. ¿Estaba muy rallada? Sí. ¿Estaba desesperada? Sí. ¿Iba a dejarlo ver? No.
Jamás.

Mientras pensaba y veía la tele, el móvil sonó.
Imaginé que era Unai así que corrí a cogerlo pero, antes de contestar, me dio por mirar quién me llamaba... Y colgué. Era el pesado de Enrique. ¡Otra vez! Una y otra y otra vez. Jamás se cansaba de molestarme y perseguirme allá donde fuera. Parecía el único interesado en mi vida. Pues menudo plan.

Me lavé el pelo y me lo planché. No sé muy bien por qué, pero lo hice. Supongo que para matar el tiempo. ¡¿Por qué?! ¿Por qué había llegado a Vizcaya y parecía que seguía en casa? Se suponía que al llegar iba a verlos a todos y me iban a dar una explicación lógica acerca de lo que había pasado. Después, seguiríamos como el verano pasado.

Jon... lo echaba mucho de menos.
Ya, la verdad, no me importaba mucho su estaba con otra... sólo quería verlo. Hablar con él. Aclarar las cosas. Seguía enamorada de él, obviamente, pero hacía tanto que no lo veía y que no oía su voz... que ya todo parecía un sueño. Sobretodo después de la calurosa bienvenida que todos me habían dado.

Comí, básicamente, una manzana. No tenía hambre. No había hecho nada productivo en toda la mañana. De repente, sonó el móvil. Miré a ver si era Enrique de nuevo  si era Unai... pero no. era Anaís.

-¿Ana?
-Gema.
-Dime.
No dijo nada durante unos segundos. Estaba... seria. Intentaba encontrar las palabras para decirme lo que fuera que quería decirme.
-¿Ana?
-Perdona... A ver...
Oí que alguien le susurraba "Díselo ya". Supuse que era Alberto.
-¿Te ha llamado Enrique?
-¿Qué?
Me quedé de piedra. ¿Para qué quería saber eso? ¿Acaso era una broma?
-Gema...
-Ni Gema ni leches. ¿Se puede saber qué clase de broma es esta? Sabes perfectamente lo mucho que me molesta. Sabes que no lo soporto, me llamas y ¡me preguntas si me ha llamado! ¿Sabes qué? Ya están las cosas bastante jodidas para que vengáis tu novio y tú a gastarme bromas.
-Pero Gema.
-No, Ana, no. No me has pillado en un buen momento. No estoy para bromas.
-Espera, Gem...

Colgué.

¿Se puede saber qué pretendía preguntándome eso?
Estaba claro que era una broma. Por eso la interpretación al principio.

Me sentí un poco mal porque para una broma que me gastaba... Me había pasado un poco pero joder, ya estaban pasando bastantes cosas. Intentaba mantener la calma. Eso era todo.

Vi la tele un rato y volví a recibir una llamada. Parecía una secretaria, estaba por pedir un sueldo y todo. Dejando a un lado las tonterías, decidí comprobar quién me estaba llamando... ¡Unai! Menuda sorpresa. Estaba esperando su llamada. Pero no respondí. ¿Para qué? Me iba a pedir disculpas y después me acabaría convenciendo para quedar.

Pues iba a salir. Pero sola. No tenía problema para salir sola por mi ciudad iba a tenerlo en Vizcaya... Para nada.

Volvió a llamar y, por alguna razón, decidí responder.
-Gema -comenzó a decir rápidamente hasta que hablé yo.
-No, Unai. Ayer me dejaste colgada. ¡Estuve esperando casi tres horas, por Dios!
-Gema, escucha... - intentó decir, pero yo no le dejé.
-¡Que no! No pienso aceptar tus disculpas ni volver a quedar ni nada. Solamente quiero que me dejes en paz. Jon pasa de mi, las gemelas pasan de mí y tú, directamente, juegas conmigo así que paso.
-Joder, Gema, ¿tan difícil es escuchar lo que ten...?
-¡Sí! Lo es. Lo es porque estoy harta, Unai. No sé nada de vosotros desde hace meses y has pasado de mí, me has dejado plantada. ¿Soy la única que os cogió cariño en el mes que vivimos juntos? Esto es para nada el verano pasado y...
-¡Ya está bien! Tengo algo importante que contarte - me interrumpió.
-¡¿No consideras esto importante?! ¡Pues muy bien! Por mí, ¡podéis iros a tomar por...!
-¡GEMA! ¡JON TUVO UN ACCIDENTE Y AYER TUVO PROBLEMAS EN EL HOSPITAL!
-Qu-qué. Di. Ces.
-¿Gema? ¿Estás bien?
Jon... ¿un accidente? Me llevé una mano a la boca y las lágrimas comenzaron a salir. Eso era lo que me había estado ocultando... Y probablemente lo que me iba a contar el día anterior...
-Gema, quería decírtelo, pero no por teléfono.
Jon... ¿Qué le había pasado?
Me odié tanto por haber pensado que pasaba de mí...
¡Joder! Yo y mis impulsos.
-Gema...
-¿Dónde está?
-En el hospital.
-Vale. Voy ahora.
-¿Estás segura?
-Unai, ahora mismo, me estoy muriendo por dentro.
Y colgué.

Cogí lo primero que pillé y salí a la calle. Fue entonces cuando empecé a llorar más todavía.
No podía ni imaginar el tiempo que llevaría Jon en el hospital... Y yo pensando que se había olvidado de mí... ¿¡Pero qué otra cosa podía ser?! Nadie me había informado acerca de ello. ¡Nadie! Joder. Jon.

Me calmé y comencé a caminar más rápido. Sabía dónde estaba el hospital más o menos así que mejor sería que me concentrara en no perderme. Llegué y pregunté por él en la recepción y fui a coger el ascensor. Como no llegaba, decidí ir por las escaleras. Comencé a correr escaleras arriba y cada vez sentía más ansiedad por llegar. Ya no me salían las lágrimas. Llegué a la planta y busqué su habitación. Me iba aproximando al número de su habitación y mi corazón se iba acelerando.

Y entonces, la vi. Estaba ante la puerta.
La abrí y vi a Irantzu y Estitxu al lado de una cama. Se sorprendieron al verme. Unai estaba al otro lado de la cama y dijo mi nombre. Yo me quedé mirando la cama. En ella, estaba Jon. Di un paso hacia adelante pero me quedé ahí.

Comencé a llorar y no pude evitar volver a pensar en todo lo que había pensado sobre él. Joder.
-Maldito Jon - susurré evitando sollozar.

Continuará...

lunes, 6 de abril de 2015

Capítulo 16 (59). Hora 0.

El día había llegado. Después de una etapa de estrés, problemas y sí, más problemas (pasando por una pequeña etapa de escapadas nocturnas y más problemas todavía) la historia se repetía. Me levanté temprano para asegurarme de que lo llevaba todo, metí alguna que otra cosa más en la maleta junto con un nuevo libro que acababa de comprar llamado "Where She Went· y desayuné.

Me vestí rápidamente y vi un rato la tele.


Al rato pensé en todo lo que podía pasar ese día. Llegaría a Vizcaya por la tarde así que aún tendría tiempo de hacer algo. Mis padres, como siempre, se irían por ahí y yo no iba a ser menos. ¿Pero qué podía hacer? ¿Qué pasaría si me presentaba en la playa y veía a Jon? ¿Qué pasaría si me encontraba con las chicas? Llevábamos meses sin hablarnos y el único que había dado señales de vida era Unai... Que por cierto, solo había conseguido preocuparme más. 

Algo había pasado en Vizcaya, ¿pero qué? ¿Acaso había pasado algo y ya no querían hablarme? No, él parecía preocupado. No quería decírmelo. Probablemente porque era algo serio... ¿Y si le había pasado algo al apartamento? Bueno, eso no sería un problema podríamos alquilar otro aunque sí que es algo serio... ¿Y si era algo más fuerte? ¿Más importante? ¿¡Pero qué?! 

De pequeña yo leía mucho. Mucho más que ahora, por cierto. Mi madre me decía que mi imaginación probablemente me venía de los libros que leía... ¡Pero ahora ni si quiera podía imaginar qué estaba pasando!

Y salimos de casa. 
Ni siquiera llamé a Anaís. Ya habíamos hablado acerca de qué había pasado y cómo me sentía así que ya no estaba preocupada. Ni ella ni Alberto. El único problema era Alex, del cual no sabía nada desde hacía bastante tiempo pero bueno, llevaba más tiempo sin saber de Jon y, la verdad, ya estaba harta de intentar hablar con él y que no me contara nada. Que solo respondiera con violencia.

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Llegamos más tarde de lo previsto. Yo no había dicho nada a mis padres sobre lo que pensaba que podía haberle pasado al apartamento porque eran solo suposiciones mías. Entrando, por la carretera por la que nos habíamos ido, me acordé de cómo me despedí de Jon. De cómo vino corriendo porque yo le había engañado para no tener que despedirme. De cómo corrí hacia él, de cómo nos besamos.

Y cuando quise darme cuenta, estábamos ya en el apartamento. Bajé del coche y cogí mi maleta. Subí las escaleras bastante preocupada por mis sospechas hasta que llegué arriba y vi que todo estaba bien. Una ola de alivio pasó mi corazón hasta que me di cuenta de que si no era eso, ¿qué era lo que me ocultaba Unai?

Bebí un vaso de agua y deshice la maleta. Me instalé y recordé el verano pasado. Todo estaba igual solo que ahora el apartamento era mío. No podía creer que estuviera allí otra vez y que a la vez no estuviera. Físicamente estaba allí, en el mismo sitio, pero el ambiente era distinto. El aire fresco con olor a sal me reconfortaba, eso era igual, pero ya no sentía que estuviera en el mismo sitio. No me sentía arropada por el calor y las vistas. No me sentía segura. Me sentía forastera. 

Mis padres se fueron a tomar algo y yo me quedé sola. Me tiré sobre el sofá en el que tantas veces me había tirado el verano anterior y saqué el móvil. Llamé a Unai y le pedí quedar. La conversación fue rápida; yo le dije que ya había llegado y que quería quedar, él me dijo que vale y yo le dije de ir a la plaza. La plaza... habían pasado muchas cosas en ella.

Ni siquiera me cambié de ropa. Bajé con mi vestido azul y una chaqueta, por si acaso, aunque hacía mucho calor. Me senté a esperar. Era normal que fuera a tardar, le acababa de llamar y tendría que arreglarse y venir hasta aquí.

Esperé cuarenta minutos y ya supuse que tardaría poco. Pero no fue así. No llegó. Esperé dos horas más y no vino. Quise llamarlo... ¿pero para qué? Simplemente me levanté y me fui de paseo. Estaba de vuelta en Vizcaya pero todo era diferente. Me sentía fría por dentro y muy sola, la verdad. No quería tener que llamar a un amigo mil veces para que quedara conmigo. Simplemente quería que todo fuera como antes, que nos lo pasáramos bien, que nos siguiéramos ciegamente... Sé que estuve con ellos un mes, pero a veces un mes vale más que años... Y no sé cómo ni por qué, pero Dana vino a mi mente de repente.

Miento. Sí que lo sabía. Ella había sido una de mis mejores amigas durante años y la cosa entre nosotras había acabado muy pero que muy mal... La verdad es que ya no me importaba. Quedaba el dolor de aquel día en el que todo terminó pero ahora mismo me preocupaban otras cosas.

El tiempo parecía haberse detenido en Vizcaya. Es como si después de mi partida, un día cualquiera, el tiempo se hubiera parado y ya no fuera a pasar nada interesante nunca más. Era como estar en la hora 0.

Continuará...

(Los libros que mencione y tenga reseñados os los dejaré aquí por si queréis ver la reseña)

lunes, 23 de marzo de 2015

Capítulo 15 (58). 24 horas.

Un nuevo día y ya tenía casi ansias de ir a Vizcaya. ¿¡Qué estaba pasando?! Las cosas simplemente no cuadraban y sólo quería saber qué estaba pasando. Jon... seguramente ya me había olvidado y estaba con otra, ¿pero y mis amigos? No esperaba que ellos también decidieran no hablarme. En fin...

Lo cierto era que tenía unos amigos interesados en mí a los que había ignorado... Antes de sentirme como una mierda cogí el móvil y abrí el chat de Anaís.
-Ana
-¿¡Gema?!
-Hola, perdona, oye siento si os he preocupado...
-No, no, tranquila... Últimamente todo ha sido una mierda.
-Exacto pero no debí ignoraros así. Creía que el tiempo iba a pasar rápido pero pf... mañana me voy a Vizcaya y no podía dejaros en ascuas.
-¿Mañana te vas? (Alberto está aquí conmigo)
-Sí, mañana me voy y... tengo que contaros varias cosas...
-Cuenta, cuenta, jeje
-¿Recordáis lo que os conté sobre Adrián, aquel chico...?
-Sí, sí.
-Bueno pues lo dejamos. Así sin más.
-¿Y eso? ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
-A ver, a ver, yo tomé la decisión porque... pf... me di cuenta de que necesito saber qué pasa con Jon, él era una distracción y bueno... estoy bien.
-Vaya, me alegro de que te lo tomes tan bien.
-Gracias.
-Corrijo: Nos alegramos*
-Jajajajaja vale
-☺
-Bueno, me voy a ver qué me llevo...
-Vale. ¡Adiós! ♥♥♥

Me sentía mucho mejor. Anaís era mi mejor amiga y Alberto era simplemente un buen amigo. Sabía que podía contar con ellos. Ojalá no hubiera tardado tanto en hablar con ellos. Aún me quedaba pendiente el tema de Alex pero... no sabía qué hacer.

Saqué la maleta de lo alto del armario con la ayuda de mi padre y empecé a meter ropa. Shorts, camisetas, alguna chaqueta, zapatos... y así la fui llenando. Mucha de la ropa de verano era la misma que la del año pasado ya que aunque me gustaba comprarme mucha ropa tenía la de los años anteriores y me traían recuerdos. Y así pasé un buen rato.




Por la tarde decidí llamar a Estitxu a ver si podía enterarme de algo. Pero no respondió. Llamé a Irantzu y tampoco respondió. Me estaba rallando bastante y lo sabía. ¿Pero qué podía hacer? Estaba preocupada y en parte me daba miedo ir allí. Tenía miedo de lo que me iba a encontrar. El miedo nace del desconocimiento...

Y de repente, así porque sí, decidí llamar a Jon. Le llamé muchas veces y todas ellas saltó el contestador. ¿Dónde estaba Jon? Era como si se hubiera desvanecido en el aire. No sólo él, sino todos mis amigos de Vizcaya... Y entonces me di cuenta. Unai. A él no le había llamado. Rápidamente, marqué su número y crucé los dedos. Un tono... Dos tonos... Tres tonos...

-¿Sí?
-¿Unai?
-Sí.
-¿¡Unai?!
-¡Sí, sí! ¿Quién eres?
-Soy Gema.
-¿Gema? Menos mal.
-Eh?
-Perdona es que mi móvil se llenó de agua cuando... ya sabes... y bueno no tenía tu número en el nuevo móvil... En fin... Por fin llamas. ¿Cómo estás?

No podía creer lo que estaba oyendo.

-¿Que por fin llamo? ¡Os he estado llamando desde hace mucho tiempo!
-¿Qué?
-¡Os he llamado casi a diario!
-No lo entiendo.
-¡Ni yo!
-Cálmate. A ver, a mi me dieron el móvil nuevo hace poco pero si hubieras llamado a las gemelas alguna de ellas me lo habría contado.
-Ni si quiera me respondieron.
-Madre mía... Entonces..., ¿no sabes nada?
-¿Qué? ¿Qué tengo que saber?
-Nada, nada...
-Unai, ¿qué tengo que saber?
-Gema... no quiero ser yo la persona que te de la noticia y menos por teléfono.
-UNAI. ¿¡QUE ES LO QUE TENGO QUE SABER?1
-¡No puedo decírtelo!
-¿¡ Por qué?!
-¿Tienes pensado venir?
-Sí. Pero dime, ¿por qué no me lo puedes decir?
-¿Cuándo vienes?
-Mañana. ¡Responde!
-No. No puedo. Será mejor que vengas y lo veas tú misma... Lo siento.
-¡Unai!

Para cuando dije su nombre ya había colgado. Vale, estaba segura de que algo había pasado. ¿Pero qué? Cuando quise darme cuenta, quedaban 24 horas para saber la verdad...

Continuará...

viernes, 27 de febrero de 2015

Capítulo 14 (57). 48 horas.

Me desperté con un hambre voraz. No había cenado la noche anterior y en mi estómago no quedaba nada más que yogur helado. Sólo quedaban dos días. "48 horas", pensé. Tomé un vaso de leche con cacao y una barrita de muesli. La verdad es que no era el desayuno ideal pero ponerme a comer como una loca a primera hora de la mañana era ya lo que me faltaba.

Recogí la cocina y vi que mi madre me miraba de reojo disimuladamente. Suspiré. Sólo le había dado excusas, tenia que decirle algo que la tranquilizara.
-Mamá - dije.
-Qué - dijo ella fingiendo que no me estaba mirando.
-¿Puedo contarte una cosa? - pregunté, aunque sabía que era lo que ella estaba deseando.
-Claro, lo que sea - respondió indicándome que me sentara a su lado.
Me senté y dije:
-Me he peleado con un amigo. Bueno, no ha sido exactamente una pelea. Más bien una discusión.
-¿Lo conozco? - preguntó ella.
-No, no lo conoces. Pero eso es lo de menos. Hemos discutido y... no creo que tenga solución.
En parte le estaba contando la verdad. Habíamos discutido y las posibilidades de arreglarlo eran nulas. Para empezar porque no quería y para seguir porque la cosa había terminado muy mal.
-Gema, todo tiene solución. Si ese amigo es importante para ti lo arreglaréis. Si de verdad quieres arreglarlo, lo conseguirás.
"Pues por eso mismo", pensé. No quería arreglarlo, no quería verlo. Quería olvidarlo, nada más. Ojalá hubiera podido borrar todo lo que había pasado. Pero no podía. Ni borrarlo todo y dejar de cagarla. Por eso estaba encerrada en casa.
-No sé... - dije.
-Que sí, ya verás - dijo ella intentando animarme.
-No. Lo que no sé es si quiero arreglarlo - dije.
Por supuesto que no quería arreglarlo. Pero esa respuesta habría sonado muy rara.
-En ese caso... lo mejor será dejarlo estar. ¿No? - dijo ella más calmada.
-Sí. Será lo mejor - dije.

Ella se levantó pero de pronto se giró y preguntó:
-¿Quieres... todavía quieres ir a Vizcaya o...?
-Sí, sí. Por supuesto que quiero - respondí.
-Era por si... no sé... Por si querías tiempo para pensar o...
-No. No, para nada. Ese tiempo me lo estoy dando ahora en casa - expliqué.
-Vale, entonces... pasado mañana nos vamos - dijo ella.
-Sí - respondí dando por zanjada la situación.

Pasé el resto de la mañana en el sofá -predecible- viendo Los Juegos del Hambre por enésima vez. Me encantaban las partes frenéticas y tensas de esa película. No sé, me parecía una película muy bien hecha.

De repente, me vino una especie de antojo. Cogí el móvil y llamé a Estitxu.
Necesitaba hablar con ella... No había intentado demasiado hablar con Irantzu o Estitxu así que no podía culparlas de haberme olvidado o cualquier otra cosa.

Nada, no me respondió. Probé también con Irantzu pero tampoco me respondió.
Sinceramente, vale que nos habíamos conocido en verano, que era una amistad de un mes... pero habíamos pasado por muchas cosas como para dejar de hablarnos así...

¿Olvido? ¿Traición?

Ya no sabía qué estaba pasando pero cada vez quedaba menos...
Sólo quedaban 48 horas para ir a Vizcaya...

Continuará...



sábado, 21 de febrero de 2015

Capítulo 13 (56). 72 horas.

¡Hola! Puede parecer raro pero... estoy de vuelta jeje. He estado pensando en cómo continuar la historia y bla bla bla así que aquí estoy de nuevo. Voy a empezar a publicar aquí a partir de ahora y bueno espero que no se os haya hecho larga la espera... Solo quiero que sepáis que la historia ya no está a la deriva y tengo muchas ganas de continuar. ¡Muchos besos y espero que te guste el nuevo capítulo!
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El yogur helado ya formaba parte de mi cuerpo. Creo que si me hubieran hecho un análisis de sangre habrían encontrado mucho yogur helado. Era lo que más había comido en días y mis padres se estaban empezando a preocupar seriamente. Nadie sabía por qué estaba así, por qué había dejado de hablar con mis amigos, por qué sólo veía series y películas en el sofá comiendo yogur helado. Pero era normal, o al menos yo lo sabía.

Había dejado de hacer muchas cosas, pero no era para siempre. Era solo temporal, pero había tomado una decisión y, por una vez en mi alocada vida, había decidido cumplir mi palabra a rajatabla. Habían pasado varios días ya... Anaís, Alex y Alberto habían intentado hablar conmigo muchas veces pero les había pedido por favor que me dejaran, que necesitaba tiempo. Ellos también estaban preocupados y yo lo sabía pero iba a cumplir mi palabra. Había jurado no meter la pata hasta que llegara el día. Quedaban 72 horas. ¿Qué mejor manera de no meter la pata que no haciendo nada? Total, podía aguantar tres días. Comparado con el tiempo que llevaba así no era nada. Casi no me lo podía creer, quedaban 72 horas. Setenta y dos horas para ir a Vizcaya.

Me levanté del sofá para ir al baño. Una vez allí me di cuenta de lo deprimida que estaba, de lo aburrida que se había vuelto mi vida. Si hubiera querido, habría tenido a mis amigos en mi casa con una llamada pero la cosa es que todo había cambiado y lo menos que me apetecía hacer era estar con mis amigos. Me miré al espejo y me lavé la cara. Habían pasado muchos días ya. No salía por la noche, no hablaba con nadie... Normal que se estuvieran preocupando mis padres. Aunque ellos no notaban el cambio respecto a lo de salir de noche ya que ellos ni siquiera sabían que salía.

Volví al sofá que ya tenía la forma de mi cuerpo y me dejé caer. Cansada de no hacer nada. Cogí el yogur pero no quería más así que fui a guardarlo. Volví a dejarme caer en el sofá y puse la tele. Hacía unos días, a esas horas, habría estado probablemente con Adrián. La cosa es que ya no tenía nada que hacer con él. Todo había terminado y ya daba igual, formaba parte del pasado y no se volvería a repetir. No quería volver a verlo, ni saber nada de él. Y tampoco quería tener una relación con alguien mayor que yo. No. Mi cabeza no podía más.

La cosa con Adrián terminó rápido. La mañana después de bajar juntos al NMB algo se apoderó de mí. De repente pensé en Jon y en lo que había pasado. Me di cuenta de que yo estaba saliendo con él, de que nuestra relación no había terminado en ningún momento y de que todavía no sabía por qué no me contestaba. Jon. Cada vez que su nombre sonaba en mi cabeza, imágenes del verano pasado venían a mi mente en forma de un vago recuerdo. Nunca había dejado de quererle y nunca lo había dejado, de hecho, así que me levanté de la cama. Adrián se levantó poco después y entonces fue cuando destrocé la mañana. En pocas palabras; lo dejé. Primero, no le dejé besarme, después le dije que aquel chico del cual le había hablado seguía siendo mi novio, él empezó a ponerse tenso y yo le expliqué que había cometido un tremendo error. Entonces, él dijo que no, que él había cometido el error por salir conmigo y se metió en el tema de la edad. Discutimos durante mucho rato y finalmente me fui de su casa muy enfadada y gritando. Ni siquiera lo sentí.

Ni siquiera lloré.

Recuerdo que llegué a mi casa y entré por la puerta como si nada y mi madre me dijo que pensaba que estaba durmiendo. Le pedí perdón por irme supuestamente pronto y sin avisar y le dije que me había ido a dar una vuelta. Releí uno de mis libros favoritos y de repente algo pasó, Recibí un WhatsApp de un número desconocido y pensé que podía ser Marco por todo el rollo que tenía con Alex pero no, para nada. Resultó ser el pesado de Enrique al cual bloqueé porque estaba harta de él y no tenía ganas de hablar con él para oír lo mismo de siempre.

Fue entonces cuando me di cuenta de que acababa de dejar a un chico por el cual había sentido muchas cosas. Pero fue también entonces cuando me di cuenta de que no estaba enamorada de él ni mucho menos. Me encontraba sola, me pilló desprevenida... Tenía miedo de perderlo como pensaba haber perdido a Jon pero la cosa es que no había perdido a Jon por lo que no le necesitaba. Y, como siempre, todo se reducía a Jon.

Momentos del verano pasado habían venido a mi memoria, como la primera vez que lo vi o el numerito que monté delante de Unai cuando me caí corriendo y Jon vino a ayudarme. O como aquella fiesta en la playa, de noche... Como nuestra primera vez... En ese momento, saber que quedaban pocos días para ir me aliviaba bastante. Aunque tenía miedo de lo que podría encontrar. ¿Y si Jon estaba con otra? ¿Y si mis sospechas eran ciertas? Pero, ¿y si no? ¿Y si había pasado algo?

Y así es como juré a mí misma no hacer nada. No buscarme problemas con mis amigos, no conocer gente, no meter la pata. Así es como decidí ver películas todas las tardes.

Me puse "El corredor del laberinto" porque tenía muchas ganas de verla y así se pasó la tarde. Otra tarde.

Y así estaba mi vida...

Bloqueada.


Cuando terminé de ver la película me fui a dormir inmediatamente. Sin cenar ni nada. Sólo quería que los días pasaran rápido. Rapidísimo.

Continuará...








sábado, 26 de julio de 2014

Capítulo 12 (55). Helados y besos.

-Y básicamente esa es la historia - dije concluyendo mi relato.
-Madre mía, Gema. ¿Y por qué no lo habías contado? - preguntó Alberto.
-Bueno, Ana sabía parte de la historia pero la verdad es que no tengo ni idea. Además... - dije.
-¿Además? - preguntó Anaís.
-Además... queda muy poco para que tenga que irme... - dije.
Se callaron y miraron al suelo. Todos sabíamos lo que iba a pasar. Primero, llegaría allí y estaría sola, después buscaría a mis amigos o lo que sea que fueran y me llevaría alguna que otra sorpresa. Pasaría las peores vacaciones de mi vida y, finalmente, volvería para comenzar mi último año de instituto. El peor. El más difícil y estresante. De lujo, vamos.

-Puedes llamarme todos los días, las veinticuatro horas del día - dijo Anaís mirándome de nuevo.
-Llamarnos. Puedes llamarnos a los dos - corrigió Alberto a su novia.
-Vale, una cosa... ¿Os importa que haga una llamada? - pregunté levantándome de la mesa.

Necesitaba llamarlo. Necesitaba oír su voz. Si volvía a pensar en Jon una sola vez más, mi cabeza iba a explotar. Solo necesitaba oír su... "Mierda", pensé. No tenía su número de teléfono. Nunca habíamos llegado a darnos los números. "Mierda, mierda, mierda", pensé dando vueltas. Anaís y Alberto me miraban extrañados así que me puse el móvil en la oreja y fingí que hablaba con mi madre. Más tarde volví a sentarme y vi sus caras esperando una explicación.
-Tenía que llamar a mi madre porque bueno, nada, nada, son cosas suyas... Perdonadme, chicos pero creo que debería volver a casa... Voy ha llevarle un helado a mi madre... - dije levantándome de nuevo de la silla. Cogí dos helados de nata y me despedí de mis amigos. La mentira de mi madre coló, hasta que me vieron irme del parque por el lado contrario por el que se iba a mi casa.

-¿Qué haces aquí?
-Traigo helado - dije con una sonrisita falsa-. Bueno, en realidad no sé qué hago aquí.
-Pasa - dijo él.
Entré y vi el mismo pasillo que... aquella noche. La misma cocina... Dejé los helados en la mesita que había entre la tele y el sofá y me senté. Él se quedó de pie y me di cuenta de que acababa de ducharse porque tenía el pelo mojado y sólo llevaba puesta una toalla.
-Adrián... Perdona que te moleste pero es que necesitaba verte - dije.
-No pasa nada. Tú nunca me molestas -dijo sonriéndome y sentándose a mi lado.
Sonreí.
Él continuó mirándome, fijamente, con las gotitas de agua cayendo por su cara. Quería decirle algo, pero no podía. Por alguna razón me sentía intimidada y entonces, descubrí por qué. Lo necesitaba, había ido hasta allí solamente para verle. Había dejado una reunión con amigos para... sí, para verle. Lo necesitaba y al ver lo imposible que parecía todo, me sentí de piedra.
-¿Te pasa algo? -preguntó al ver el miedo reflejado en mis ojos.
-No, es solo que... - dije temblando.
Me pasó un brazo por los hombros y me acercó a él. Después, simplemente me abrazó y me dio un beso en la frente. Una vez más quería besarlo. De verdad que quería, pero simplemente, no podía. Lo abracé fuertemente y le di un beso en la mejilla. Creo que fue instantáneo, porque mi corazón se aceleró.

Rápidamente, nos miramos a los ojos y me soltó. Esta vez, me sujetó la cara entre sus manos y me besó. Lo abracé fuertemente una vez más y él me soltó la cara. Me inclinó hacia atrás mientras me desabrochaba los botones de la camisa. Acto seguido, terminé de tumbarme y él comenzó a besarme el cuello. Miré hacia la mesita y vi los helados.
-Se van a derretir - dije.
-Tranquila, podemos aprovecharlos - dijo él con una sonrisa específica. Esa sonrisa que me volvía loca. Y lo besé. Pasé mis brazos por su cuello y toqué su pelo rizado y mojado. El pasó su mano por detrás de mi cabeza y me levantó un poco. Rápidamente, aproveché el pequeño espacio entre los dos para desabrocharme los shorts y quitármelos. Después, aproveché que se giró para quitarme la camisa y, cuando me tumbé, descubrí por qué se había girado. Tenía uno de los helados en la mano y empezaba a gotearle por los dedos. Me senté y cuando me disponía para chupar el helado, me dio con el helado en la cara y empezamos a reirnos. Me dejé caer sobre el sofá y, al instante, comenzó a besarme el cuello hasta que llegó a mi barbilla, donde tenía toda la nata. Mientras me besaba. descubrí sus manos recorriendo mi espalda y después, sentí que mi sujetador ya no apretaba. Me lo quitó y lo tiró al suelo.
-Menos mal que has venido - me dijo al oído antes de... bueno, sujetar mis muñecas contra el sofá.

Nos despertamos y ya eran las nueve así que me vestí y él fue a la nevera, a ver qué tenía para cenar. Sacó unos macarrones que, aseguraba, eran del día anterior, y puso la mesa. Me senté en frente de él y entonces me dijo:
-Ten.
-Gracias - dije al ver que me estaba dejando una camiseta para que me cambiara.
Fui al baño para asearme un poco y cambiarme. Me gustaba cómo olía su camiseta y cómo me quedaba. Era enorme pero también lo más cómodo. Salí y me senté.
-Te queda bien - dijo sonriendo.
-Ya, claro. Me queda cuatro tallas grande pero me queda bien - dije después de reirme.
-Jajajaja - dijo y de repente se cayó -. ¿Qué insinúas?
Enseguida vi que se reía y me reí yo también.
-Te parecerá bonito, me había duchado y has venido aquí a fastidiar - dijo entre risas.
-¡¿Yo?! - dije entre risas -. Pues nada, a fastidiar.
Cogí el tenedor, pinché unos macarrones y le di en la nariz.
-¡JAJAJAJAJA! - exclamé.
-Serás... - dijo lanzándome un macarrón.
Seguí riéndome y le lancé un macarrón pero le di en el ojo.
-Mierda, mierda. Perdón. ¿Estás bien? - pregunté acercándome a él.
-Sí - dijo él agarrándome y besándome.
Me senté con una sonrisa y una mirada vengativa y él se rió.
-No quiero que este día acabe nunca - dije.
-Pues... hemos dormido toda la tarde... así que... ¿Salimos? -propuso.
-¡Genial! Pero... ¿Qué me pongo? No puedo llevar la ropa de antes, está sudada - dije.
-Espera aquí - dijo.

Al rato, volvió con un vestido precioso, unos tacones y un bolso negros. En el bolso había una laca de uñas, un pintalabios y una sombra de ojos.

-¿¡De dónde has sacado eso?! - grité al verlo todo.
-Mi hermana vino ayer a dormir después de una fiesta porque está pasando unos días aquí y bueno, los demás vestidos (uno para cada noche para irse de fiesta) no los ha llevado pero creo que no le importará que te lo deje. Además, lo acabo de lavar así que mañana lo lavo y listo -dijo.
-¿Tienes una hermana? ¿Dónde está? ¿Seguro que no le importará? Bueno, me parece un poco mal pero me lo voy ha poner - dije.
-Jajaja. Sí, tengo una hermana. Ha venido con su novio y hoy van a pasar la tarde y la noche con unos amigos así que no hay problema. Tranquila, que lo lavaré. Venga, póntelo.

Solo había una cosa que podía estropear el plan; que el vestido no fuera de mi talla. Pero no, el vestido me quedaba muy bien y era super bonito. "Ojalá fuera mío", pensé, "Y a saber qué más vestidos tendrá..."

Bajamos al NBM de la mano y, por una vez en mucho tiempo, sentí que el día estaba siendo perfecto. Me olvidé de todo. De ir a Vizcaya, del rollo de Alex y su hermano... Todo. Sólo quería pasármelo bien con mi chico.

Adrián me sacó a la pista de baile. Todo era nuevo para mí. Jamás me había sentido así y no exagero. Jon era el único chico que me había hecho sentir tan bien en toda mi vida. Pero luego, luego llegó Adrián.

Y de verdad que yo quería. En serio. De verdad que quería mantenerme con la actitud positiva con la que había llegado pero es que me había prometido a mí misma pasarlo bien y no pensar en Jon y ya había incumplido la promesa. Con el vestido de la hermana de mi novio... Bailando con él... ¿Acaso no era suficiente? Había peleado mucho por aquello. ¿Qué me pasaba? Y entonces sentí algo que ya había sentido antes. Sí. Lo mismo que sentí el día en que nos dieron las notas cuando Alex me preguntó por Jon: sentí que me ahogaba. Y caí al suelo.

La oscuridad no era siniestra. Al contrario: era muy confortable. Todo era confuso, pero al ser tan suave y leve, era soportable. De repente, una figura rectangular irrumpió en mi oscuridad. Era un libro. "Mi libro". Era irónico: Hace unos días, yo me identificaba con la protagonista, Ana, pero ahora ya no. Ana, precisamente, acabó saliendo de esa incertidumbre en la que se encontraba y acabó con el chico de sus sueños sin importar lo que los demás pensaran... Yo había peleado por un chico. ¿Pero era el amor de mi vida? Era demasiado joven como para determinar a una relación así "amor de mi vida". Simplemente, era que no estaba segura de haber hecho bien. Pero... ¿por qué? Ahora todo estaba bien... O no. El problema era Jon. Tenía un muy mal presentimiento sobre él. Ya no era que lo quisiera o no; era que temía que me hubiera engañado, o que hubiera cambiado y ahora fuera una persona completamente diferente. Y lo sabía. Sabía que hasta que no lo supiera no iba a poder olvidarlo. Necesitaba ir a Vizcaya, ¿pero cómo? Todavía no podía. Me pedí paciencia a mí misma. Entonces me di cuenta. "Para ir a Vizcaya, primero tengo que salir de la oscuridad", pensé. Y entonces fue cuando me sentí demasiado consciente y despierta. Y abrí los ojos.

Una figura masculina se me acercó rápidamente. Recordé el día de las notas. Cuando Alex se me acercó rápidamente en la enfermería y me hizo sonreír...
-Alex... - dejé escapar de mi boca.
Y ya está. Ya la había cagado.
La masa de gente a mi alrededor de disipó y pude ver que estaba en el baño del NBM. Sólo quedaba una persona. Y esa persona estaba mirándome fijamente.

Me incorporé y me levanté.

-¿Quién es? - preguntó seriamente.
-¿Quién es quién? - pregunté haciéndome la tonta. Sin duda ya no era Ana. La Gema de 16 años era Ana. ¿Quién era yo? Muy buena pregunta.
-Alex - respondí.
-¿Y quién es? - preguntó apretando los puños.
-Es un amigo... Seguro que te he hablado de él, de que tiene un problema y de que su hermano... - intenté explicar hasta que él habló.
-¿Por qué has dicho su nombre? - preguntó.
-¡Y yo qué sé! Adrián, es un amigo - dije nerviosa.
-¡Entiendo que sea un amigo! Lo que no entiendo es... - empezó a decir. Esta vez, yo interrumpí.
-¡Deja de rallarte por lo de los novios! Por Dios, te quiero a ti. He estado luchando por esto - dije acercándome más y cogiéndole de las manos. Se soltó.
-Gema, sé que me has sido sincera y tal... Que me has contado cosas de tus novios y eso... Pero joder, es frustrante... - dijo.
-Pero... - dije confusa. No entendía lo que me quería decir. No entendía qué estaba pasando. - ¿Sabes algo que yo no sé?
-No es eso... A ver, no es que no me fíe de ti...  - dijo mirando al suelo. Y entonces lo entendí.
Abrí mucho los ojos y di un paso hacia atrás.
-¿¡Estás insinuando que te he puesto los cuernos con mi mejor amigo?! - grité.
-No es eso... - dijo sin mirarme.
-¡Mírame! Sí, sí. Lo estás insinuando. No te fías de mi. Pero lo peor no es eso, sino que me mentiste. Tú también crees que soy una puta, incluso cuando te conté toda la historia... ¡Tú no me quieres, joder! Tú solo querías... ¿sexo? ¿O era más retorcido humillarme? - grité ya sin importarme nada ni nadie.
-¿¡Que yo quería sexo?! Gema, mírame - dijo al fin siendo él de nuevo y estirando los brazos hacia afuera -. Y ahora mírate - bajó los brazos -. Me has cambiado, y llevas el vestido de mi hermana. ¿Crees que cambiaría mi propia personalidad y dejaría ropa de mi hermana por un polvo? ¿De verdad lo crees? A lo mejor sólo estabas pensando en tí misma. Dices que no te importa lo que los demás digan, pero te importa. Dices que... dices que me quieres... ¿pero, dime, de verdad me quieres?
¿Y si él tenía razón?
¿Y si no le quería?
¿Y si yo era quien se estaba rallando?
Todos los problemas venían de Jon, de Vizcaya, del verano...
Pero eso no era del todo cierto, porque mi mejor amigo y yo habíamos perdido el contacto y ya no podía confiar en nadie. Estaba sola. ¿Y qué hay peor que una adolescente sola y loca? No estaba loca.
¿Y si... y si estaba loca... por Jon?
Muchos problemas, poco tiempo.
Y lo estaba perdiendo todo.
-¿Me quieres? - repitió Adrián haciéndome volver al suelo -. ¿O crees que ya ha sido suficiente?
No podía responder a esa pregunta. Y no era porque fuera complicado responder a eso. Sino porque ni yo misma lo sabía.
-Adrián... No te voy ha pedir que nos demos un tiempo porque no tendría sentido... Tengo muchos problemas ahora mismo. No me conoces, pero sabes un poco cómo soy y eso es más que muchas personas que me conocen desde hace más tiempo. Tú... tú has sido uno de mis mayores problemas... Pero ahora... - dije hasta que él me interrumpió.
-No hace falta que sigas. Lo entiendo. Estás liada y esta relación sin sentido es demasiado. No estamos enamorados, Gema. Teníamos problemas y nos acostamos... Nada más. Te entiendo. Entiendo que quieras dejarme y... estoy de acuerdo - dijo.
-No. Yo no iba ha decir eso - dije.
Me miró confundido y me acerqué hasta estar cara a cara con él.
-Iba a decir, que no puedo confiar en nadie. Estoy sola. Tú eres mi excepción - dije. Sonrió y me besó.

Me puso contra la pared del baño y empezó a besarme. Bajó por mi cuello hasta llegar a mi pecho. Me subió el vestido y se bajó el pantalón. Lo siguiente, fue cogerme por la cintura con un brazo y apoyarse en la pared justo al lado de mi cabeza con el otro.

Al llegar a casa, me sentí aliviada. No estaba sola.
Pero era consciente de que tenía muchas cosas por zanjar, y cuanto antes mejor. Y entonces se me ocurrió. Había sufrido demasiado ya; al día siguiente zanjaría todos y cada uno de los asuntos que me preocupaban. Sólo dejaría a Jon para el final. Quedaban días para ir a Vizcaya. Al día siguiente sería el fin de una mala etapa de mi vida.

Continuará...