lunes, 31 de marzo de 2014

Capítulo 39. Dos días. Segunda parte.

"¿Cómo no me di cuenta? Era tan evidente que supongo que por eso no lo vi. Conocía a Ángel desde pequeña..." Gema.

Ya tenía la maleta lista y aún quedaba día de sobra. Comí con mis padres y me puse otra ropa. Llevaba el pijama porque la otra ropa estaba chipiada y me acababa de duchar.


Me puse uno de mis vestidos favoritos de verano. Tenía rallitas y colores, era corto y palabra de honor. Me puse mis cuñas favoritas y salí de casa. Ni me maquillé ni nada. 

Pasé por la caseta y los vi a todos hablando y riendo. "Falto yo", pensé. Pero entonces sacudí la cabeza y seguí mi camino. "No, no falto. Sobro. En dos días las cosas serán como deben ser. Como siempre han sido. O al menos, como eran casi un mes antes." Al fondo vi mis rocas y no pensé una manera mejor de despedirme de ellas que pasando allí la tarde. Todavía me sentía llena por la comida y el sol brillante (y abrasante) del medio día no ayudaba a sentirse mejor. Entonces, pensé en leer las conversaciones con Ángel antes de borrarlas y también su número. Me senté en la roca más alta, respiré hondo y abrí la conversación. Al leerla, me di cuenta de que él siempre lo sabía todo. "¿Cómo lo hace?", pensé. "No solo puede estar en Madrid y Vizcaya en los momentos oportunos, sino que tiene fácil acceso a Alex y... a mí." La idea me daba en qué pensar y sobre todo, me hacía sentir escalofríos y admiración al mismo tiempo. ¿Quién podía ser? Ya daba igual. Al leer los últimos mensajes, se me rompió el corazón y al ver una lágrima sobre la pantalla de mi móvil, borré la conversación. Borré el número y miré al horizonte. Jamás lo había visto pero me había intentado ayudar y me había servido para hablar muchas veces. Supongo que me precipité.

Me pasé toda la tarde escuchando cómo las olas rompían enfrente de mí. Incluso a veces me salpicaban y podía saborear la sal. Entonces, cuando me decidí a bajar, miré los whatsapps y vi uno de un número desconocido. 
-Perdón.
-¿Quién eres? - respondí.
Entonces caí en quién podía ser.
-¿Has borrado mi número?
¿Cómo debía actuar? Desde luego no como la víctima aunque lo era.
-Básicamente.
-Oye... perdona, ¿vale? Es que... tienes que saber quién soy.
-Desembucha.
No quería responder eso. Pero no pude evitarlo. Habría preferido hacerle ver que no me importaba o haber rechazado por completo su "oferta" pero, quería saberlo.
-Seguro que si lo piensas lo aciertas así que, si hoy por la noche no lo has descubierto... Te lo diré.
¿Qué era eso? ¿Un reto? ¿Me estaba retando? ¿O... le daba vergüenza?
-Vale.
Sin más. Esta vez lo hice bien. 

Ni se despidió. Y fue raro porque me intrigó pero me hizo pasar un poco de él a la vez. Raro. Mucho. Muy raro.

Algo así como dos horas más tarde...

Me senté en el sofá del apartamento a pensar en quién podía ser. En realidad no estaba pensado. Llevaba como dos horas dándole vueltas a la información pero sin intentar descubrir nada. Mis amigos me llamaron para quedar. Hacía muy buena tarde-noche pero preferí quedarme a descubrir quién era Ángel. Bueno, quién era esa persona porque ya me dejó claro que Ángel no existía.

Tenía acceso a Alex y a mí, o al menos a mi número. Quería que rompiera con Alex. ¿Lo conocía? Bueno, no descartaba esa posibilidad. Podía estar en Vizcaya y Madrid a la vez así que, seguramente, era mayor que yo. 

¿Quién eres?

Entonces me di cuenta. Solo había una persona en mi vida que cumplía esos requisitos: Marco, el hermano mayor de Alex. 

¿Podía ser él? 

Era el hermano de Alex así que podía saber qué hacía y pudo ver mi teléfono en su móvil o en la guía telefónica misma, siempre nos habíamos llevado bien. Estuvo en Madrid todo el tiempo que hablamos y justo en Vizcaya cuando hablamos de cosas de Vizcaya... Tenía sentido. Solo había una cosa que no me cuadraba: Si éramos amigos, ¿por qué hacerme romper con Alex? Y más siendo su hermano.

Le mandé un whatsapp diciendo "Sé quién eres".
Y al poco rato respondió "No lo dudo".

-Eres Marco - dije tajante, esperando un "sí" por respuesta.
-Sí.

Y se fue.

Continuará...

Como llevaba mucho tiempo sin subir, he subido dos capítulos que viene a ser un solo día. Disfrutad<3




Capítulo 38. Dos días. Primera parte.

"Un día cualquiera... No. El penúltimo día." Gema.

-¿Gema?
No sé quién es. ¿Quién eres, voz? Intento ver con claridad pero no puedo. Intento decir "¿quién eres?" pero solo consigo dejar salir un gruñido por mi boca. No puedo ver bien ni hablar. Pero sí puedo escuchar.
-Está fatal.
-Ya lo veo. ¿Qué hacemos?
-Eres la mayor. Tú sabrás.
-De eso nada. Somos gemelas. Me da igual haber nacido dos segundos antes.
-Bueno, déjalo. ¿Qué hacemos con ella?
Por el contexto y por las voces, intuyo que son Irantzu y Estitxu.
-¿La llevamos a casa?
-¿¡Estás loca?! Sus padres la matan. Hay que llevarla a...
-¿A la caseta?
-¡Buena idea! Cógela por los pies.
-Vale.
Entonces, noto cómo me elevo. Intento focalizar la vista en el bulto que tengo delante y al final, consigo ver el rostro de Estitxu. Pero estoy muy cansada, así que me duermo.

Despierto rodeada de gente. Ahora veo bien. Me siento y los veo a todos. Mis amigos me han estado cubriendo para que mis padres no se preocuparan y ahora no paran de mirarme. Sé que lo han hecho porque sino no estaría aquí, sino en casa con mis padres mirándome. Nadie habla hasta que Jon da un paso adelante.
-Gema, ayer te pusiste fatal.
-Ya lo intuyo... - digo sarcástica llevándome la mano a la frente.
-Gema, esto es serio. No sabíamos qué hacer - dijo Estitxu.
-Ya os he dicho que estoy bien.
-¡Gema! ¿Quieres escuchar? La próxima vez te irás de cabeza al hospital. Y no por un coma etílico sino porque nosotros te llevaremos- dijo Unai.
-No habrá próxima vez. Me quedan dos días aquí.
Silencio.
-¿Por eso lo has hecho? - preguntó Irantzu.
-No, que va. Es... por otra persona.
Entonces, Jon me cogió del hombro y me sacó afuera.
-Tiene que darte el aire - dijo como excusa. Y por raro que parezca, supe que era una excusa porque sabía exactamente lo que iba ha decirme.

-Gema. Sabes que no voy ha olvidarte, ¿no?
Zas.
Lo sabía.
-Jon... esto no es por ti, de verdad...
-¿Entonces...? ¿Es por otro?
-Sí - su cara fue asombrosa -. No.
-¿Sí o no?
-La dos. A ver - estaba muy confundido. Y no me extraña. Hasta yo creía que era imposible expresarse peor.
-Explícate.
-Hace tiempo un chico me habló por WhatsApp y nos hicimos muy amigos. Él me contaba muchas cosas para que dejara a Alex y me mandaba fotos de lo que hacía en mi ausencia... Eso me hizo flojear y bueno, enamorarme de ti. El caso es que hace mucho que no hablabamos y, de repente, el otro día me dijo que lo olvidara.
-¿Qué?
-Como lo oyes. Me puse tan nerviosa que al ver a Irantzu y Estitxu decidí darme una buena fiesta. Pero te juro que yo no quería ponerme tan mal. Y por cierto, gracias. De no ser por vosotros... a saber qué me habrían dicho mis padres.
-No, de eso nada. A saber lo que te habría pasado. Además, fueron Estitxu e Irantzu las que te trajeron.
-Lo sé. Lo vi todo. Bueno, vi bultos y escuché todo. No podía hablar.
-Gruñiste, lo sé. Nos hemos enterado.
-Oye... quedan dos días. No lo volveré ha hacer.
-Aún así. Es que...
-¿Qué?
-Pues que si te has pillado semejante pedo por eso... ¿qué pasará cuando ya no estés aquí?
-...
-Me refiero, si soy tan importante como tú lo eres para mí...
-Te entiendo. Pues creo que la única solución será...
Noté que Jon estaba tenso y que se estaba tensando más. Así que decidí reír.
-Será... - empecé- ¡venir ha verte!
-Jajaja.
-¿Tan raro sería? No quiero dejar de verte nunca.
-Te quiero.
-Y y...
No pude acabar. Me cogió de la mano y me besó tirando hacia él. Al principio era algo así como un pico. Pero entonces, abrió la boca y tuve que soltarle la mano para rodearle el cuello con los brazos.

El tiempo se detuvo, pero solo para nosotros. Él me apretaba contra él y yo no dudaba en dejarle. Me metió la mano por el pelo, por detrás de la oreja y me acarició. Entonces me besó el cuello y me entraron ganas de arrancarle la camisa. Pero en vez de eso, me limité a acariciarle el cuello con las manos que me colgaban por detrás de su cabeza. Del cuello, bajó hasta mi clavícula y de ahí hasta mi hombro. En Madrid me habría importado pero en Vizcaya todo era distinto. Tanto que me daba igual quién pudiera vernos. Bueno, no del todo. Mis padres me importaban, la verdad. Me di cuenta de que mis pensamientos se estaban alejando de lo que estaba pasando así que, de alguna manera, me aparté un poco de él para que dejara de besarme y así poder buscar sus labios con los míos. Tras un largo beso, ambos sonreímos y él dijo:
-Sabe a vodka.
Y yo, que por poco me río y destrozo el momento le dije:
-Sabe a Jon.
Y él dijo:
-¿No me digas?
Antes de que pudiera reaccionar, me cogió como pudo y me llevó corriendo hasta la orilla. Yo pataleaba pero no seriamente y gritaba, aunque en realidad estaba riendo.
-¡No!
Grité antes de que se lanzara conmigo al agua diciendo:
-Tranquila, soy socorrista.

Mi ropa de lavó. Y estuvo bien porque el olor de mi ropa y bueno, de mí misma no era "adecuado" para el olfato de mis padres. Después de chapotear y besarnos como la primera vez (no primera pero una vez), salimos del agua y me fui al apartamento. Para mi sorpresa, mis padres estaban allí.
-Hola, Gema. Hoy has madrugado - dijo mi padre.
-Sí, bueno, es verano y... Bueno, ya queda poco.
-Te entiendo - dijo mi madre.
-Ve preparando la maleta. Mañana será el último día y no queremos estar aquí preparando las cosas, queremos salir y pasarlo bien - dijo mi padre.
-Totalmente de acuerdo - dije.

Ya quedaba poco...

Continuará...


viernes, 14 de marzo de 2014

Capítulo 37. Tres días.

"Desear que un rayo me cayera encima y terminara con esta locura, me definiría como una persona cobarde. Pero no lo soy, así que me enfrentaré a mis problemas y terminaré con esto yo misma." Gema.

La mano izquierda de Jon me acariciaba el pelo. Por eso desperté. Había dormido muy mal (tampoco esperaba dormir bien en una silla de plástico) y habría apostado a que llevaba ojeras. Miré a mi al rededor y entonces me di cuenta de por qué estaba allí. Lo sucedido retumbaba por mi cabeza, era peor que la resaca. Jon me dejó incorporarme de nuevo en la silla (me había apoyado en él) antes de darme un beso de buenos días.
-¿No ha salido todavía? - dije cambiando de tema (aunque él no había iniciado ninguno...).
-Sí. Un par de veces. No he dormido en toda la noche... no sé cómo has podido dormir jaja.
-¿Y qué pasa?
Respiró. Se tomó su tiempo hasta que dijo:
-Al principio... estaba bien.
-¿Y ahora? - pregunté con un nudo en la garganta (y otro en el estómago).
-Se lo llevaron a urgencias y luego... a otro hospital.
-¿¡Y por qué seguimos aquí!?
-¡Cálmate! Si todo ha ido bien, lo traerán en... - miró al reloj - ¿media hora? Pues sí que es tarde.
-¿Qué hora es?
-Son las diez.
-¿Enserio? Vaya.

Nos quedamos ahí sentados durante media hora para ver si llegaba alguna ambulancia pero nada. Tras una hora de espera y a punto de irnos, llegó Alex en una silla de ruedas.
-¿Alex? - dije. Dejé de llorar pero me costaba reconocerlo en una... silla de ruedas. Tenía algunos rasguños por los brazos pero su cara estaba intacta. Al parecer, más que heridas, tenía fracturas. Entonces me fijé en que llevaba una venda en el brazo. Me acerqué  y en vez de decirme cualquier cosa, me abrazó. Al separarme de él, vi que había hecho una mueca. Estaba dolorido. Me puse detrás de la silla para empujarlo y lo llevé junto a Jon. Alex no lo miró mal. Es más, me dijo que me fuera porque quería hablar con él.
Al volver, me agaché y la abracé. Esta vez yo.
Entonces, él me dijo al oído:
-Lo entiendo.
Me separé y, confusa, le dije:
-Pues yo no.
Me sonrió y me dijo:
-En tu lugar habría hecho lo mismo aunque... estamos de acuerdo en que deberías haber cortado conmigo antes... ¿no?
-Totalmente.
-Bien. Bueno, mi hermano va a venir a buscarme. Se supone que las enfermeras lo habrán avisado.
-¿Vuelves a Madrid?
-Sí. No se me ha perdido nada aquí... Nos veremos en tres días.
-Vale... ¿Te vas a quedar así?
-¿Así cómo?
-En la silla.
Me palpitó el corazón muy fuerte. Deseaba escuchar un "no".
-No.
Sonreí.
-Tan solo es temporal - dijo -. Pero, sí necesitaré muletas.
-Bueno, al menos andarás - dije contenta, aunque no del todo-.

Volví al apartamento sola hablando por el grupo de Anaís y Dana. Les conté lo que había pasado: primero me odiaron, y finalmente, me perdonaron. Más o menos todo estaba bien. Pero había una tensión en mi interior... Una tensión conmigo misma... Que no me dejaba respirar con facilidad. Había algo que aún no había arreglado. ¿Pero qué?
Una vez en el apartamento, en mi habitación, me puse a revisar los WhatsApps que me habían llegado durante la noche. Respondí a todos rápidamente y avisé a mi madre de lo ocurrido (sin contarle por qué lo había hecho) y que no se preocupara.
Seguí mirando los chats hasta que vi el de Ángel. ¿Cuánto hacía que no hablaba con él? ¿Quién era?¿Por qué no había vuelto a hablarme? Le mandé un "hola" y me metí el móvil en el bolsillo.

Volví poco después y me senté junto a Jon. Vi cómo el hermano de Alex entraba por la puerta para llevárselo. Le dio una colleja en la nuca y se fue a dar unos papeles a la enfermera. Revisó el móvil y volvió junto a Alex. Miré el reloj. Ya era hora de irse, así que me levanté de la silla con Jon de la mano, le di un beso a Alex en la mejilla y nos fuimos. Pobre Alex, su hermano pensaba que era rebelde e insensato. En parte era cierto, pero su hermano se pasaba con él. Entonces, Alex le dijo algo a su hermano, supongo que se quejaba de algo, y este revisó el móvil antes de irse.
-Jon.
-Dime.
-¿Crees que volveremos a ser amigos?
-Mira, no lo conozco, pero después de todo lo que os ha pasado... ¿no crees que deberíais olvidaros el uno del otro? Me refiero, sois como la materia y la antimateria: no podéis estar juntos sin que pase algo malo.
-Tienes razón pero para mí es más que un amigo.
-¿Lo ves? Mira, aunque me duele decirte esto... ¿no crees que... aún puedes sentir algo por él? Te lo digo solo porque te irás pronto... - se me formó un nudo en la garganta. ¿Podía seguir enamorada de Alex? No. Siempre pensaba en él como un estorbo. Como algo que me impedía disfrutar de... 'esto'. Pero... entonces, ¿qué quería decir con "es más que un amigo"? ¿Un amigo especial? ¿Un amigo... muy amigo? Mierda. Otra vez rallada, confundida. Mierda-.
-Jon, no lo quiero pero lo conozco desde... siempre. Es una persona especial.
-Pues os habéis hecho mucho daño. Sobre todo tú a él.-Silencio.
Lo miro.
Más silencio.
-Perdona. No debí decir eso... yo...
-Tienes razón. Déjalo. 
Y me fui.

¿Era posible? ¿Era posible que a tan solo tres días todo tuviera que empeorar? ¿Que no pudiera haber un final feliz? Bueno, todo lo feliz que estaba en manos del Señor... Caminando junto al mar. En poco tiempo todo cambiaría. Volvería a Madrid y el aire me sabría a contaminación y no a sal. Caminaría en línea recta, como en la playa, pero al final me esperaría un edificio alto, un centro comercial. Y no mis rocas. "Mis" rocas. No podría descalzarme para sentir la arena entre los dedos. Como mucho en el parque, y a saber qué se oculta bajo los matojos de hierba. ¿Insectos? ¿Mierdas? ¿Cristales de un botellón? Y además, no vería a Jon. Al despertarme, vería mi habitación y no el apartamento. Al asomarme a la ventana (en vez de al balcón), no vería una plaza gris (pero bonita) sino una calle (también gris) pero con gente acelerada. Con prisas por llegar a su destino. Aquí la gente está calmada, están en la playa. Allí la gente va con retraso allá donde va: están en el centro.

Me visto.

Me pongo una camiseta de tirantes y unos shorts rosas. Me pongo mis sandalias favoritas y cojo una bolsa de playa. En realidad es un bolso bastante grande. Me gusta llevarlo a la piscina. En este caso a la playa. Me pongo las gafas de sol y me peino. ¿Una coleta? Por qué no. Al verme con la coleta, descubro que nunca llevo pendientes porque no se me ven con el pelo largo, pero esta vez me pongo unos a juego con mi conjunto. Y para terminar, un poco de maquillaje y unas pulseras rosas, coral y melocotón. 

Entonces miro el móvil. Ángel me había respondido hacía un buen rato. "A esa hora acababa de hablarle. Yo estaba en el médico", pienso. Le había mandado un "hola" y él me ha mandado... ¿un "qué quieres"? "¿Hola?", pienso. Ni me saluda, ni me dice "cuánto tiempo", ni "me alegro de que hablemos" o un simple "hola" o un "qué tal". Pues no. Un "qué quieres". Como si quisiera algo. Me refiero, tan solo quiero hablar con él. 
-¿Perdón? - mando.
-Que qué quieres.
-¿Tengo que querer algo en particular? Si te digo "hola" será para hablar contigo, ¿no?
-Supongo.
-¿Supones?
-¿Por qué sigues dándole esperanzas a Alex?
-¿Esperanzas? ¿De qué estás hablando? Yo no le doy ninguna esperanza yo solo... Espera. ¿Escuchó lo que hablé con Jon? 
-Sí.
-Mierda. ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Cómo haces para estar en Madrid y en Vizcaya a la vez?
-Pues...
-Ángel, ¿quién eres?
-Nadie. Nada. No existo. 
-¿Pero qué...?
-Borra mi número. No vuelvas ha hablarme. NUNCA. 
-Pero, ¿por qué?
-Adiós.
-Pero
-Adiós.
-¡Ángel!
-He dicho: Adiós.
-Adiós.

Tiro el móvil contra la pared. Entonces lo veo: abierto por los lados y con la pantalla rota. "Mierda", pienso. Lo recojo rápidamente y lo monto. Aún funciona. ¿Pero cómo voy a reparar la pantalla? Eso es imposible. Tras olvidar y asimilar que mi móvil está roto gracias a mí, vuelvo a lo que me ha impulsado a romperlo: Ángel. 

Leo la conversación y salgo de casa. Si es una broma, no tiene gracia. Al otro lado de la plaza veo a Estitxu e Irantzu. "Que le den", pienso. Y me voy de "fiesta" con ellas. "Si quiere que lo olvide, un poco de tequila no me irá nada mal. Pero que nada mal...".

Continuará...