domingo, 25 de mayo de 2014

Capítulo 4 (47). Si pones los cuernos a alguien cuando técnicamente no sabes si estáis juntos.. ¿se considera cuernos?

Dejé el vaso de pacharán en la barra y él me cogió de la mano.
No sabía su nombre, no sabía su edad...
Pero me sacó del bar de la mano.

Estaba lloviendo y empezamos a dar vueltas bajo la lluvia. Éramos libres. Libres de las ataduras, libres de los pensamientos. Me agarró del brazo y tiró de mi. Me besó apasionadamente bajo la lluvia y después nos reímos. Me cogió de la mano y me dijo "vamos". Al final de la calle giramos a la derecha y ahí estaba su casa. Me puso contra la puerta y me besó de nuevo. Sacó las llaves del bolsillo y abrió la puerta. "¿Haces esto con todas?", dije mientras reía. Él sonrió son esa sonrisa arrogante que odiaba pero me volvía loca y dijo "no con todas". Subimos las escaleras besándonos y al llegar a su piso me besó de nuevo contra la puerta. Me mordí el labio inferior. Y lo vio. Sonrió y me cogió como a una princesa. Cerró la puerta con el pie de un portazo y nos reímos cuando el vecino de arriba golpeó el suelo para pedir silencio. Abrió la puerta de su habitación y me tumbó sobre su cama. Se quitó la camiseta, y se me tiró encima.

Me desperté con las sábanas pegadas. Literalmente.
No me dolía la cabeza porque no había bebido. De hecho, sabía exactamente qué hacía allí y cómo había llegado. Los rayos de luz atravesaban las cortinas amarillas y dibujaban líneas sobre las sábanas. Me las quité de encima y me puse la ropa interior y el vestido. Cogí los zapatos y el bolso y fui de puntillas por el pasillo hasta la puerta.

-¿No desayunas? - dijo apareciendo detrás de mí.
-No... Bueno... - dije.
-Venga, lo de anoche fue estupendo. Tienes que reponer fuerzas - dijo riendo ligeramente.
-Sí... Lo de anoche - dije siguiéndolo hasta la cocina.
Me senté y vi que había preparado un montón de cosas. Yo solo quería levantarme de la silla y olvidarlo todo. Salir por la puerta y desaparecer para siempre.  Ni siquiera sabia su nombre.  Pero lo que me daba miedo era su edad. 
-Oye,  perdona por lo de antes.  Era broma -dijo.
-Ya, bueno -solté.
-Venga no te pongas así... -dijo y se quedó pensativo.
-Mira,  no es que lo de anoche fuera un error es que simplemente no pasó,  ¿vale?  Así que adiós -dije levantándome.
Me cogió del brazo y tiró de mi para que me sentara.
-Me he dado cuenta de que ni siquiera sé tu nombre.
-Gema. Mi nombre es Gema -dije.
-Yo me llamo... -empezó antes de que le tapara la boca con la mano.
-Prefiero no saberlo -dije quitando la mano de su boca y dirigiéndome a la puerta con los tacones puestos.

Bajé las escaleras a toda prisa, arreglándome para salir a la calle adecentada.
Corrí por la calle porque prefería que la gente me mirara por ir corriendo a que me mirara por salir de esa casa con esas pintas...
Llegué a mi casa y entré por la ventana. 
Vi el reloj y vi que no era muy tarde así que a lo mejor mi madre no se había levantado por lo que no sabía que no había pasado la noche en casa.  
Me quité la ropa y me puse un pijama. Me desmaquille y salí de mi habitación fingiendo un bostezo. Miré con disimulo si había alguien en la cocina y como no vi a nadie dos pensamientos llegaron de repente a mi mente: están durmiendo, o en la calle buscándome...

Me deslicé por el parqué del pasillo hasta la puerta de la habitación de mis padres. Crucé los dedos por que estuvieran ahí y... ¡sí! Ahí estaban.  Dejé escapar ese "sí" por mi boca, así que mi madre se despertó y me miró con los ojos entreabiertos.

-¿Querías algo?
-No... Bueno... Me dolía la cabeza y quería saber dónde están las aspirinas...
-¿Aspirinas? No deberías tomar aspirinas. ¿No queda ibuprofeno?
Desde luego la había cagado. Todos los medicamentos, menos los que son exclusivamente de mi madre, están en el armario del baño así que preguntarle por SUS aspirinas teniendo MI ibuprofeno... Aunque bueno, todo se podía arreglar con una mentirijilla... Otra más.
-¡Es verdad! Pues es que no sé por qué me ha dado por buscar aspirinas. ¡Qué tonta! Vale, mamá, gracias. No te molesto más.
-Venga... mejórate... - dijo acomodándose.

Me deslicé por el parqué hasta el salón y me tiré sobre el sofá. No dejaba de moverme y de saltar. ¡Por una vez me llevo bastante con haber cometido el error! Que no era que me diera igual haber hecho eso sino que la mayoría de las veces que cometía un error (que no tiene que ser de eso) mis padres se enteraban (bueno, mi madre se enteraba y se lo contaba a mi padre) y venga a registrarme y venga a castigarme.

Llegó la tarde y yo seguía con el pijama. Total, no había dormido con él. Técnicamente llevaba ropa limpia. Claro que eso mi madre no lo sabía...

-Gema, si no vas a salir por lo menos cámbiate de ropa. Que llevas con eso...
-Tienes razón, mamá.
-¡Uy! ¿Mi hija dándome la razón? - dijo dando un respingo.
-¿Tan raro es? - pregunté.
-Jajaja, no - dijo entre risas.
-Pero no te hagas ilusiones. Era por cambiar la rutina - dije sonriendo. Ella me devolvió la sonrisa y yo me fui a cambiarme de ropa.


Me puse una camiseta blanca con letras
y unos shorts rojos.

Después, decidí salir a dar una vuelta así que me puse unas sandalias negras
con un poco de tacón y cogí un bolso negro.

Di una vuelta por el centro sola y aproveché por comprarme algún disco nuevo. Amaba los que tenía, sobretodo el de Cher Lloyd "Sorry I'm Late". Compré el nuevo de Lana del Rey "Ultraviolence" y el de 5SOS "5 Seconds Of Summer". Después miré algunos libros, pero no compré ninguno porque ya me había gastado bastante dinero.  

De camino a casa, me aburría bastante así que me desvié para pasar por casa de Anaís y hablar con ella. Llegué a la puerta y llamé. Enseguida me abrió la madre de Anaís y me dijo que estaba en su cuarto. Subí las escaleras (Anaís no vive en un piso, vive en una casa enorme con piscina y todo) y llamé a a puerta con las letras de colores "ANAÍS". Anaís abrió y abrió mucho los ojos y la boca.

-¡Gema! ¿Qué haces aquí? - dijo abrazándome.
-Pues que me he ido al centro y me he comprado unos discos y he dicho "voy a ver a Ana".
-Pasa, pasa - dijo haciéndome hueco entre su habitación y el pasillo -. Haberme avisado. Te habría acompañado.
-Si es que no lo tenía planeado... He salido porque como mi madre me ha hecho cambiarme de ropa pues he dicho "voy ha salir ya que estoy preparada".
-Ya, ya... ¿Y qué discos has comprado? - me dijo sentándose en la cama.
-Pues, - dije rebuscando en mi bolso y sentándome junto a ella - el de Lana del Rey y el de 5 Seconds Of Summer.
-¡Dios mío! ¿Te importa que los ponga? - dijo cogiéndolos y mirando a su reproductor.
-Claro que no. Ponlos -respondí.
-¡Gracias, gracias, gracias! - dijo levantándose de un saltito de la cama.

Estuvimos toda la tarde cantando las canciones de los dos discos y hablando de cualquier cosa. Incluso hablamos del tema delicado del "secreto de Alex". No queríamos meternos donde no nos llamaban... ¡Pero es que algo así nos llamaba muchísimo! Al final acabamos hablando de lo bien que estaban Anaís y Alberto y... como no, de lo mal que estaba yo con Jon.

-¿No te ha escrito?
-No me ha escrito, no me ha llamado... No ha dado señales de vida desde antes de los exámenes finales. ¡Estamos en Julio por el amor de Dios! Llevamos ya una semana de vacaciones. 
-Te entiendo... - dijo, pero luego se arrepintió -. No, no te entiendo.
-¿Qué? - pregunté confusa. No entendía a qué venía eso.
-Pues que no te entiendo. Nunca he tenido una relación así y... Tampoco entiendo por qué estás así...
-Explícate - dije intentando ver por dónde iba y a qué quería llegar.
-Pues que si Jon pasa de ti... será por algo... ¿No crees? - dijo.
-No te sigo. ¿Me estás diciendo que es culpa mía? -dije casi fuera de lugar. No entendía a qué se refería.
-¡No! ¡Por supuesto que no! Digo que en vez de rallarte pensando en él... deberías hacer otras cosas- dijo.
-A ver, Ana, háblame claro - dije aunque ya sabía en parte a qué se refería.
-Deberías ir a Vizcaya para averiguarlo de una vez... o bien olvidarte y salir con tus amigos, conocer gente... - dijo.
Y entonces me acordé.
Me acordé del día anterior. Mejor dicho, de la noche. Recordaba todo lo que había hecho, que era justo lo que Anaís me estaba diciendo. Bueno, todo no: Ana no quería que me acostara con el primero que pillara. Pero en parte había hecho lo que Anaís me había recomendado y yo la consideraba una persona sensata e inteligente así que... Pero me preocupaba algo: había elegido, de las dos opciones, la que implicaba olvidar a Jon.
-Ya he... Bueno... Ya he conocido gente y tal... - dije.
-¿¡Ah sí?! ¿Cómo no me lo has contado? - dijo dando un respingo.
-Bueno... Tampoco tiene importancia. Ayer me dio por salir de noche - expliqué.
-¡Ala, tía haberme llamado! - dijo con una voz de pito.
-Créeme,  no habrías querido venir. Fui al Never Before Midnight.
La expresión de su cara cambió por completo.
-Gema, por mucho que des el pego no deberías ir ahí - dijo en tono de reprimenda.
-Tranquila, no bebí nada. Además, al año que viene ya podré entrar legalmente así que... tampoco lo veo tan malo - justifiqué.
-Ah, bueno. ¿Y a quién conociste? - preguntó.
Me encontraba en una situación que no soportaba: o le contaba todo o le mentía. Si contaba toda la historia, me llevaría una buena y eso que había conseguido que mis padres no se enteraran. Pero si mentía... Tendría que seguir mintiendo y mentir a Ana... No podía... Así que decidí contar la verdad a medias.
-Pues hombre había mucha gente. No llegué a quedar con nadie... - dije.
-Bueno, pero al menos te lo pasaste bien, ¿no? - preguntó.
-Sí, sí. Aunque... - dije.
-Aunque qué - dijo mirándome fijamente.
Ya estaba. Me tenía calada. Ya no podía rectificar. Tenía que contárselo. Me puse muy nerviosa, sentí un escalofrío por la espalda y el sudor cayendo por mi sien. Tenía que pensar algo o directamente, confesar. "No, no, no", me dije a mí misma. "Gema, piensa". Anaís me miraba fijamente. Si pensaba una excusa, lo iba a notar... Se iba a acabar enterando...
-Ana... Si pones los cuernos a alguien cuando técnicamente no sabes si estáis juntos... ¿Se considera cuernos? - pregunté mirando hacia el suelo.
Ana abrió mucho los ojos y miró hacia otro lado.
"Mierda", pensé.

-¿Así que solo os besasteis? - preguntó.
-Sí, sí. Estábamos en la discoteca y bueno, lo que te he contado: que empezó a ligar conmigo y me besó.
-Ya veo... Creo que si él te robó un beso no deberías...
-Bueno - dije interrumpiéndola-. Yo le besé a él. 
-Mierda - dijo.
-A ver, él me cogió por la cadera y me dijo que me iba a besar. Entonces, aunque pasó un segundo desde que me lo dijo hasta que me besó, yo no hice nada. Ni durante. Me limité a besarlo...
-Vamos, que os besasteis mutuamente - dijo aclarando la situación.
-Sí - dije.
-Pues Gema, siempre tienes a tu favor lo que me has dicho: No sabías nada de él, no sabías si seguíais juntos.
-¡Gracias, Ana! - dije abrazándola.
-De nada -dijo.
-Bueno, debería irme porque... ya va ha ser la hora de cenar - dije.
-Quédate si quieres - me ofreció.
-No, no. Llevo toda la tarde fuera... Prefiero volver ya - dije cogiendo el bolso.
-Vale - dijo Anaís.

Salí de su habitación y bajé las escaleras. Me despedí de su madre, que insistió varias veces en que me quedara a cenar y saludé a su padre, que llegó justo cuando me disponía a abrir la puerta. Entonces, Ana´s bajó corriendo las escaleras.
-Toma - dijo a dos centímetros de mí.
-¡Gracias! - dije cogiendo los discos.
-Casi te los dejas - dijo.
-Casi me tiras - dije.
-¡Jajajajaj! - reímos todos (hasta los padres de Anaís).
-Bueno, adiós - dije.
-¡Adiós! - dijeron los tres.
Y me fui.

Llegué a casa en nada. Era una noche bastante fría para ser una noche de verano. No habría llevado ropa de abrigo pero una torera o una manga larga fina no me habrían ido mal. Entré por la puerta principal: esa vez mis padres sabían que estaba fuera. Además, no era tarde. Era la hora de cenar.
Cenamos juntos y les conté que había estado en casa de Anaís y que me había comprado unos discos. Ellos me contaron que en una semana volveríamos a Vizcaya...
"Genial",  pensé.

Continuará...


viernes, 23 de mayo de 2014

Capítulo 3 (46). ¿Cómo puedo conseguir tu corazón?

Era un día espantoso. Tal vez mi actitud no era la mejor, pero la lluvia no ayudaba en absoluto. Mirando a través de la ventana podía pensar. Y pensar en un mal día... no era bueno. Una cosa me llevaba a otra y acababa estresada. Jon no me llamaba, ¿por qué? Todavía quedaba mucho hasta que pudiera volver a Vizcaya. Y Alex tenía un secreto. Un secreto tan fuerte que le había hecho discutir con su hermano... y ocultárnoslo... Me dolía la cabeza.

Me tiré sobre la cama y encendí el móvil. El día mejoraba por momentos.
      >>Un número desconocido me había mandado un mensaje.
Al principio pensé en bloquear el número y ya está pero luego me picó la curiosidad. ¿Quién podía ser? Miré la foto y era un simple dibujo. Probablemente sacado de "Google Imágenes". Así que decidí leer el mensaje.
Llevo buscando a alguien como tú desde que tengo uso de razón. 
Y ahora que te he encontrado, ¿cómo puedo conseguir tu corazón? 
Sonreí.
Sonreí, sonreí, sonreí.
¿Quién podía haberme mandado... eso?  Era precioso y jamás me habían dicho nada así. Jon me decía cosas muy bonitas pero nunca rimaban. Estaba muy nerviosa así que me dio por preguntar algo que sabía que no iba a responder.
- ¿Quién eres?
- Alguien.
- ¿Pero quién? ¿Te conozco?
- Solo tú puedes determinar si me conoces.
- Pero si no te veo la cara, ¿cómo voy ha saberlo?
- Sigue a tu corazón.
- ¿Qué?

No respondió. En todo el día no volvió ha hablarme.
No paró de llover. En todo el día no mejoró el tiempo.

Al día siguiente, mi "admirador" me volvió a mandar un mensaje. Me molestó que no respondiera a mi pregunta, pero pensé que se estaba haciendo el interesante así que no le dije nada y me limité a leer lo que me había mandado.
Hablar contigo me hizo pensar.
Pensé en que por alguien así, merece la pena luchar. 
Sonreí de nuevo.
Todo lo que me decía era precioso pero...
¿Luchar?
No estaba "luchando". De hecho habíamos hablado una vez y fue una conversación más bien corta. Pero bueno, todo eso era precioso y me hacía no pensar en Jon.
Jon...

-Así que vas a luchar por mi.
-Solo si tú me dejas.
-Mira, te agradezco que me mandes esas cosas, de verdad. Pero no saber quien eres... hace a esto algo perturbante.
-Perdona. No quería perturbarte.
-No, enserio, me sacas la sonrisa y tal... Pero necesito saber quién eres.
-Soy... Bueno, soy alguien a quien conoces.
Y se desconectó.

Otro día largo encerrada en casa pensando en esa persona misteriosa. ¿Quién podía ser?
Entonces pensé que tal vez podía ser Jon.
¿Y si se había dado cuenta de que me echaba de menos y había decidido volver así a mi vida? Solo quería que fuera eso. O mejor. ¿Y si todo había sido una especie de broma y nunca se había olvidado de mí? ¿Y si nunca me había dejado? Solo quería que fuera eso.

Fui hasta la estantería donde tenía los discos apilados y elegí mi favorito "Sorry I'm Late" de Cher Lloyd. Adoraba todas y cada una de las canciones (bueno, menos "I Wish") y me encantaba cantarlas ya que me las sabía todas (ya, bueno, menos "I Wish"). A ver, la canción me gustaba pero prefería las demás. Mientras la música sonaba, los mensajes que me había mandado esa persona misteriosa rondaban por mi cabeza. ¿Pero qué podía hacer? Echaba de menos a Jon y todo el mundo parecía contento menos yo. ¿Acaso no era suficiente que Alex tuviera algo gordo que contar y que el muy pesado de Enrique no dejara de molestarme?

Un momento.

"No, no, no. Dime que no eres tú", pensé cogiendo el móvil. "Si eres tú, te juro que lanzo el móvil por la ventana", pensé esta vez. Abrí la conversación y analicé su forma de "hablar". Sin duda se parecía a la suya. "Cabrón. Y yo aquí rallándome por ti", pensé.
-Mira, sé quién eres. Déjalo ya.

No respondió y llevaba como dos o tres días sin salir así que fui al armario a ver qué ponerme.
"Esta noche salgo", pensé.

Al principio pensé en un conjunto normalito.
Una camiseta, unos vaqueros...
Pero entonces me planteé salir sola, de noche, de verdad. Hacía tanto tiempo que no lo hacía...
¿Por qué no salir a conocer gente?
En serio. No me lo había planteado.
Hacía tanto que no salía por la noche sola...
Además si me ponía tacones podía entrar a la discoteca porque de noche y con esas pintas (hay que reconocer que me visto como si tuviera más años cuando salgo así aunque ya hace mucho)...
Cogí un vestido amarillo sin mangas corto, aunque no demasiado. Tenía un cinturón grueso negro con un floripondio que me gustaba bastante (a pesar de que odio los floripondios jaja). Cogí unos tacones de aguja de colores de 12 centímetros y salí a la calle.


Tras un rato andando pensé en ir a la discoteca más cercana, llamada Never Before Midnight, a tomar algo. Por si acaso, tomé zumos y agua y bailé sola durante horas. Vale, fue media hora pero me aburrí tan absolutamente tanto que me parecieron horas. Y por fin, se me acercó un chico y me ofreció un vaso con algo oscuro y anaranjado.

- ¿Quieres? - dijo sosteniendo el vaso delante de mi cara.
- Perdona, ¿te conozco? - pregunté para ignorar la bebida.
- He preguntado primero - dijo sonriendo.
- No, gracias. Ahora tú - contuve mi sonrisa y contesté un poco borde. Y la verdad, es que no sé por qué.
- No, no nos conocemos - dijo sonriendo, otra vez.
- Lo suponía - dije mirando hacia un lado.
- ¿Lo suponías? ¿Entonces por qué me has preguntado? - preguntó a punto de reír.
- Pues... Porque... - no sabía qué responder a eso y su mirada (y sonrisa) arrogante me estaban poniendo nerviosa así que no respondí.
- Venga da igual. Anda, bébetelo. Yo invito - dijo con una pequeña sonrisa.
- ¿Qué es? - pregunté mirando el contenido del vaso.
- Pruebalo y lo sabrás - dijo con su sonrisilla arrogante de nuevo.
- ¿No habrás echado algo para liarte conmigo? - pregunté de golpe.
Sonrió.
Se inclinó hacia mí.
Lo miré.
Me miró fijamente y dijo:
- ¿Crees que necesito drogarte para liarme contigo?
Abrí mucho los ojos.
Odiaba que fuera tan arrogante.
Sonrió, de nuevo.
Me gustaba que fuera tan arrogante.
Seguía sonriendo.
Cogí el vaso. Di un sorbo.
- Pacharán - dije.
- Bingo - dijo cogiéndome con disimulo por las caderas.
- ¿Qué crees que haces? - dije haciéndole saber que notaba lo que hacía.
- Besarte - dijo.
Y me besó.

Sonó el móvil varias veces.
Pero, suponiendo que sería el pesado de Enrique... lo ignoré.

Continuará...



miércoles, 21 de mayo de 2014

Capítulo 2 (45). No answers on the phone.

Ya habían pasado tres días desde que nos habían dado las notas. Mis padres decían estar orgullosos una y otra vez y yo no hacia otra cosa que hablar y quedar con mis amigos. Pero era verano... Y me sentía sola.

El verano, en mi idioma, se traducía como "Jon", así que para mí un verano sin Jon era como un verano sin sol para el resto del mundo... No necesitaba ir corriendo a Vizcaya, me bastaba con recibir algún mensaje suyo. Cada día, por la noche, veía que no me había mandado nada y las mismas preguntas aparecían por arte de magia en mi cabeza: ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Qué es tan importante? ¿Qué ha sido del "te llamaré todos los días y sino te mandaré un WhatsApp"? No lo sabía. Solo sabía que se había ido. Incluso todo él. Había caído en el fondo de mi corazón y notaba su falta. Estaba por ir al médico y decirle "mire, tengo falta de Jon así que recéteme lo que sea pero hágalo ya". Me estaba volviendo loca.

Estaba leyendo un libro, cuando me llegó un WhatsApp. Miré el móvil que estaba en mi cama. Cómo parpadeaba la luz... Solté el libro poniendo el marca páginas y salté de la silla a la cama. Busqué el WhatsApp y lo leí: "Gema, te quiero, ¿por qué no quedamos?". Sonreí. Pero entonces, vi de quien era. Enrique.

Llevaba todo el curso dándome la tabarra para que saliera con él. ¿Por qué no entendía que tenía novio? Bueno, al menos eso creía. Denegué la propuesta de Enrique (otra vez) y volví a mi libro. Lo había leído muchas veces, quizá, porque me sentía identificada con la protagonista. El libro se titulaba Que no te engañen y trataba de una chica llamada Ana que tenía una buena vida pero sentía que no encajaba. Amaba todo lo que tenía, pero le faltaba algo. Yo creía que lo tenía todo, hasta que fui a Vizcaya. Y ahora que había pasado todo un año, necesitaba tenerlo todo, de verdad, otra vez.

Llegué a mi parte favorita del libro, justo a la parte que da nombre al libro. Ana al fin había encontrado lo que le hacía falta, pero su familia y sus amigos no paraban de decirle que eso no le convenía. "Eso" es un chico. Un chico del que se había enamorado un día que había salido a buscar "algo" nuevo para su vida. Ana se encontraba entre la espada y la pared y su corazón le suplicaba que no se dejara engañar. Que le hiciera caso. Que era lo que necesitaba para ser feliz. Para encajar. Por supuesto, Ana decide plantar cara a su familia y seguir con este chico.

-¿Gema? - sonó la voz al otro lado del teléfono.
-¿Ana?- pregunté pensando que podía ser ella.
-Sí, jeje.
-¿Qué quieres? - preguntó.
-Pues quedar.
-¿Ahora?
-Claro.
-No sé. No me apetece.
-¡Venga ya, Gema! Estamos todos en el parque.
-Vale, vale. Ya voy...

Colgué el teléfono y fui al armario.


Elegí una camisa azul de media manga y unos pantalones largos rosas claritos. Cogí un bolso del mismo color de la camisa y, como zapatos, elegí unos negros y dorados con tacón de aguja. Cualquiera que me viera pensaría que estaba loca por ir con eso al parque jaja, pero lo que no sabían, era que eran muy cómodos. Con saber llevarlos, podías aguantar toda la tarde. Para finalizar, cogí mis gafas de sol de leopardo (oscuras) y salí de mi casa.

Llegué al parque a los quince minutos. Durante todo el camino, me llegaron WhatsApps. Todo el mundo me hablaba... Y justo no me llegó ninguno de Jon. Y muchos de Enrique... 

-¡Gema! - gritó Anaís mientras venía corriendo hacia mí. 
-¡Jajaja! - reí mientras la abrazaba.
-Menos mal que has venido - dijo.
-¿Y eso? - pregunté extrañada.
-Pues que ha venido el hermano de Alex y están discutiendo.
-¿Qué? - dije mientras corría con Anaís.

-¿¡Por qué dices eso?! - se oía decir a Alex.
-¡Porque es verdad! - gritaba Marco, el hermano de Alex.
-¡Mira, vete, estoy con mis amigos y tú aquí no pintas nada! - gritó Alex.

Marco iba a responder pero entonces, aparecimos Anaís y yo y nos metimos en medio para que dejaran de discutir de una vez.

-¿¡Queréis parar!? - gritamos las dos a la vez. 
Se calmaron y Alex metió baza.
-¡Ha sido él! -jadeó y siguió hablando- Ha venido sin motivo a... da igual.
-¿Yo? ¡TÚ! - dijo Marco.
-¿Acaso ves a alguno de tus amigos aquí? - dijo Alex.
-No, ya sé que he venido. Digo... lo de sin razón - justificó Marco.
-¡Es que no tienes ninguna razón por la que... ya sabes! - gritó Alex sin aire.
La gente nos estaba mirando, así que les hice una seña para que bajaran la voz. Ana empezó a decirle a la gente que se fueran a sus asuntos. 
-Mira, Marco, no me hagas decirlo aquí, delante de todos - dijo Alex tomando el control.
-¡Ni se te ocurra! ¡Aquí no! - gritó Marco.
Una larga pausa se formó. Parecí que Alex tenía el control de la situación, pero ni dicha pausa era eterna ni Marco era el único que tenía cosas que ocultar, después de todo.
-Si dices una sola palabra, tendré que hablar yo también... - dijo Marco.
Alex abrió muchísimo los ojos y abrió la boca. Pero no dijo nada. 
Todos mirábamos atónitos. Nadie sabía nada "del tema" y estábamos muy sorprendidos.
Al rato Marco se marchó diciendo "Ya hablaremos" varias veces.

-¿Qué quería? - pregunté para romper el silencio así como la tensión.
Todos me miraron como si fuera culpable de algo y después miraron a Alex.
-Nada... Él solo... - balbuceó.
-Puedes contármelo - dije acercándome a él.
-Ya pero... Joder es demasiado - dijo.
Nadie entendía nada. 
Anaís decidió que Alex necesitaba desahogarse así que se puso a su lado y le dijo lo mismo que yo.
Alberto se acercó lentamente y le dijo "Tío, somos tus amigos".
Y como tales, lo acompañamos a casa sin hacerle contarnos "eso".


Alberto y Anaís se prestaron a acompañarme hasta mi casa. Durante el camino, hablamos de cualquier cosa que se nos ocurría con tal de esquivar el tema del cual queríamos hablar realmente. Alex, mi mejor amigo y ex-novio dos veces... ¿Qué podía ser tan importante como para enfrentar a dos hermanos y ocultarlo a tus mejores amigos? Esa era la pregunta. La pregunta que nos atormentaba mientras disimulábamos hablando del buen día que hacía y de que si haría el mismo tiempo al día siguiente. 

Llegamos al portal de mi casa y nos despedimos. Subí las escaleras corriendo. Entré y corrí hasta mi habitación, cerré con el pestillo (que había instalado desde que a mi madre le dio por registrarme) y vi mi libro sobre la mesa. Lo cogí dispuesta a leer toda la tarde y toda la noche para permanecer despierta por si Jon me mandaba algo. Iba a bajar el estor cuando vi a Alberto y Anaís besándose, caminando a paso lento y apoyándose el uno en el otro... "Maldito Jon", pensé. 

Me tiré sobre la cama dispuesta a completar la operación "No answers on the phone" con éxito. Capítulo 15. Mi madre llamó varias veces a la puerta para que fuera a cenar. Y a todas ellas respondí "No tengo hambre, mamá". Capítulo 20. Mi madre insistió en que cenara algo. Me había dejado la cena sobre la mesa. Capítulo 23. Los WhatsApps volaban y ninguno era de Jon. Al final tuve que bloquear a Enrique. Capítulo 27. Me rugía la tripa y me estaba empezando a dormir así que pensé que cenar me despertaría. Salí de mi habitación y fui a la cocina. Cogí un vaso de agua y me lo llevé a la mesa. Cene en unos diez minutos y recogí la cocina, lo que me llevó unos quince minutos. Volví a mi cuarto, cerré con pestillo y  volví a leer. Capítulo 30. Ana ya era feliz, y encajaba y yo sentía que cada vez encajaba menos: ya ni siquiera era igual que Ana. En esa parte de la historia, no era yo. Era la Gema de 16 años en Vizcaya. Cerré el libro y me miré al espejo. "Esa no soy yo", susurré. Me senté en la cama y cogí el libro. Miré la portada, la toqué... "Entonces, ¿quién soy?", murmuré. Quedaban unos cuantos capítulos y ya eran las dos. Nada importaba así que seguí leyendo. Capítulo 33. De repente, mi vida dejaba de ser parte del mundo. Capítulo 35. Final. Tal vez la felicidad no exista. Prólogo. Ana por fin sentía que formaba parte del mundo. Fin. "Gema por fin acepta, que el mundo no es para ella", dije cerrando el libro y colocándolo en la estantería.

Estaba muy cansada y estaba muy rallada. Estaba empezando (de nuevo) con las típicas preguntas que te hacen pensar. Cuestiones filosóficas que no me llevaban a ninguna parte. Pero no quería dormirme. El WhatsApp estaba tranquilo. Nadie me mandaba nada. 
Y
yo
no
quería
dormir.

Continuará...





martes, 20 de mayo de 2014

Capítulo 1 (44). Bachiller.

Por si os asusta el título del capítulo:
Es el primer capítulo de la segunda temporada pero entre paréntesis pone el número de capítulo en general. Qué mal me explico, espero que lo hayáis entendido. (Y que os guste).


Sonó el despertador, era el día. Tenía exactamente media hora para pasar por casa de Anaís e ir al instituto. Aunque sabía que no tendría tiempo suficiente, me había puesto el despertador media hora más tarde. Los diecisiete no me habían sentado bien. Para nada. Cursar primero de Bachillerato había sido toda una Odisea y aunque por fin tenía que ir a buscar las notas, me sentía cansada. Me levanté dispuesta a prepararme en un tiempo récord.


Tardé un montón en elegir la ropa, y la verdad, es que no se por qué. Al final me puse una camiseta de manga corta gris, unas mallas rojas y negras, una chaqueta vaquera, unos botines y un pequeño bolso para llevar lo justo marrón. Me peiné y me fui tal cual, sin maquillaje.

Pasé por casa de Anaís en cinco minutos y nos fuimos corriendo hasta la parada del autobús donde nos esperaban Alberto y Alex. Corrimos hasta el instituto y entramos al salón de actos justo cuando entró mi tutor (no había estado en la misma clase que mis amigos). Llegamos los últimos, pero llegamos. Nos sentamos al final y la charla comenzó.

Alumnos, hoy es un día importante. Habéis estado trabajando duro en el que ha sido vuestro primer año cursando Bachillerato. Ahora por fin sabréis cuáles son vuestras calificaciones y qué debéis mejorar. Quiero animaros a seguir estudiando porque...

El profesor siguió a lo suyo durmiendo a toda la sala, incluido el director, quien aplaudió despertándose de su espléndido sueño a la vez que el resto. Después, subió al "escenario" el siguiente profesor y Alex me dio un codazo.

-¿Qué quieres? - dije.
-Joder, qué tostón. El año pasado te daban el sermón solo en el despacho pero al menos duraba poco.
-Ya, bueno... Qué le vamos ha hacer... - dije suspirando.

Escuchamos la charla y al rato, Alex volvió a darme un codazo.

-¡Ay! Joder, maño, que me has hecho daño.
-Perdón. Oye, ¿vas a ir este verano a Vizcaya? - preguntó.
Se me hizo un nudo en la garganta, que deshice tragando saliva varias veces y pensando una respuesta que intentara esquivar a lo que realmente iba Alex.
-Claro, el apartamento lleva meses muerto del asco.
-Ya, pero sabes perfectamente que no me refiero a eso.
Seguí mirando a la profesora que estaba leyendo su discurso preparado de casa como si Alex no hubiera dicho nada. Al ver que lo hacía a posta, habló él.
-¿Lo echas de menos?
-Sí - dije susurrando.
-¿Pero no hablabais cada día? - preguntó.
-Sí - empecé-, pero cuando se acercaron los exámenes finales dejamos de hablar para estudiar y...
No pude seguir, un sollozo se me escapó y todos se giraron hacia mi. Me levanté de mi asiento y salí de la sala seguida de Alex.
-Perdona, perdona, Gema - repetía una y otra vez.
-Está bien - dije secándome las lágrimas frente a la máquina exprendedora.
-No debía preguntar eso - dijo.
-No, no. Si es verdad, no hablamos desde hace un siglo y... no puedo respirar - dije.
-¿Que? - dijo - ¿Por qué?
-Alex... va enserio... no... puedo... - dije dejándome caer sobre la máquina exprendedora - respirar.
Y caí al suelo. Alex me levantó. 
Y entonces, vino la oscuridad.

Me desperté en la enfermería (lo supe porque había un cartel, ni siquiera sabía que en mi instituto había una enfermería), sola. Al rato, entró una enfermera seguida de Alex. Cerré los ojos porque iban hablando de algo y quería saber qué era.

-Menos mal, ya era hora de que me dejara pasar - dijo Alex.
-De eso nada, estaba muy agobiada y tenía que relajarse - dijo la enfermera.
-Ya pero - empezó Alex.
-Ni pero ni peras - dijo la enfermera interrumpiéndole -. Si hubieras estado, seguiría dormida, o peor.
-Pues no me parece bien - dijo Alex.
-¿Acaso eres su pareja? - preguntó la enfermera.
Se me escapó una risita cuando él empezó a decir palabras sin sentido.
-Bueno, yo... A ver, yo era... Eso no tiene importancia - dijo al fin.
-Hago excepciones con parejas - dijo.
-Pues vaya... ¿Y qué es eso de "seguiría"? Todavía no ha despertado - se quejó.
-¿Seguro? - dijo la enfermera.
No pude evitarlo, así que me reí y abrí los ojos.
Alex vino corriendo y me cogió del brazo.
-¡Gema! ¿Estás bien? - me preguntó.
-Sí, sí... Estoy bien - dije.
-¿Te había pasado antes? 
-No, la verdad - respondí.
-Joder, me siento culpable... - dijo.
-No lo sientas - dije yo levantándome de la camilla.
-Por cierto, -dijo-, aquí tienes tu boletín.
Lo agarré como un león a una gacela y abrí los ojos mucho. Tiré del adhesivo y abrí el sobre. Me relajé, respiré hondo. Alex me abrazó por detrás y saqué la hoja. La leí cuidadosamente y, después, miré mis notas.
-¡Bien! Casi todo sobresalientes - dije.
-Estarás contenta, jajaja - dijo Alex.
-¡Claro! Bachiller ha sido muy difícil pero veo que ha valido la pena estudiar tanto - dije.
-Sí, bueno, ¿nos vamos?
-Claro - dije sin saber a qué venía si expresión aguafiestas.

Estuvimos comparando boletines y entonces  vimos a Dana que venía a buscar a su novio. Al parecer se había cambiado de instituto pero tenía un novio de segundo de Bachiller que estudiaba aquí. Nos miró mal y fue hasta el banco donde estaba sentado.

-Qué horror -dijo Ana.
-¡Ana! -dije.
-¿Qué? Ni yo me creo que pueda tenerle tanto asco - dijo.
-Ana tiene razón... se pasó - dijo Alex.
-Ya, pero... Tenéis toda la razón. ¡Ya vale! - dije.
-Jajaja, esa es la Gema que conocemos y queremos - dijo Alberto.
-Se ha ido por el mal camino... Ella sabrá -dijo Ana.
-Totalmente correcto - añadió Alex.
-Pues a mí me da pena - dijo Alberto -. Traicionaros así y ahora pavonearse por aquí con su novio "el madurito" sin sentir vergüenza y asco de sí misma... 
-Sí, nos la clavó y bien - dije.
-¿Un bocata? - preguntó Alex.
Todos nos levantamos y nos fuimos a su casa a comer unos bocadillos y a perder de vista a nuestra ex-mejor amiga. Porque no es que le guardáramos rencor: es que habíamos compartido muchos años de nuestra vida con ella.

Continuará...